Primera palabra

Cosas que hacen que un festival valga la pena

por Joaquín Oristrell

18 septiembre, 2003 02:00

Joaquín Oristrell

¿No sería la bomba que Almodóvar presidiera las Naciones Unidas? ¿No daría mejor en las fotos Julio Medem que Ibarretxe, o Cesc Gay que Artur Mas? ¿Y no le iría mejor a Cuba si Fidel Castro tuviera sensibilidad como para dirigir Suite Habana?

Vuelve el Festival de Cine de San Sebastián más joven que nunca con sus 51 esplendorosos años, y encima vuelve con mucho cine español.

Primera cosa (quizá demasiado profunda). Es curioso que el cine sea capaz de fundir elementos tan supuestamente a la greña como lo español y lo vasco y la política sea incapaz de hacerlo. Con eso quiero decir que esta noche, pensando en este artículo, he tenido un sueño como Luther King. Y en ese sueño el mundo funcionaba mejor porque era un festival de cine y los políticos aprendían de los cineastas y el poder entendía por fin que lo mejor del ser humano radica en la cultura y todos eran capaces de asumir que podemos estar abocados a la construcción y no a la destrucción...
¡Qué fantástico mi sueño a todo color y en Dolby Stereo!

Segunda cosa (quizá demasiado naif). Los sueños no siempre son tonterías. A veces nos dan claves, no sólo lucidas sino lúcidas, para ver la realidad de otra manera. Vamos a ver, si el mundo fuera un festival de cine, todo sería más justo porque no ganarían siempre los mismos. Fíjense que un año le tocaría a un iraní, otro a un argentino, otro a un taiwanés, a un serbio, a uno de Wisconsin, a uno del barrio del Pilar de Madrid... Si el mundo fuera un festival de cine, las fronteras se ensancharían en lugar de estrecharse, y en las mesas abundaría tanto la comida y el vino como la variedad de lenguas e identidades. ¿No sería la bomba que Almodóvar presidiera las Naciones Unidas? ¿O que Icíar Bolliaín fuera nuestra ministra de Cultura? ¿No daría mejor en las fotos Julio Medem que Ibarretxe, o Cesc Gay que Artur Mas? ¿Y no le iría mejor a Cuba si Fidel Castro tuviera sensibilidad como para dirigir Suite Habana?

Pero el poder no aprende de los sueños porque prefiere el Telediario a la ficción. Es más, sospecho que el poder ni siquiera va al cine. El poder se cuela en los festivales, recibe unas flores, se hace unas fotos y se va. Y así nos va, sin un festival de las naciones unidas, sin un reglamento ni un jurado ni una hoja de ruta, y encima con un mundo más dividido en bloques, incapaz de ver las películas del otro, incapaz de entender su cultura, enquistado en una especie de guerra santa, o cruzada... Con lo fácil que nos va a resultar en Donosti convivir unos con otros y entendernos aunque sea a base de subtítulos.

Tercera cosa (quizá demasiado chauvinista). En este mal año para el cine español, el cine español tiene mucho que contar. Cesc Gay, Achero Mañas e Icíar Bolliaín, tres directores jóvenes, pero con un envidiable currículo encima, presentan sus últimas películas en Donosti. Los que ya las han visto hablan bien de las tres (Esperanza, Esperanza, sólo sabes bailar chachachá) Los malos tratos en la pareja, la libertad del artista y la soledad del ciudadano de treinta y tantos son los temas que impulsan sus obras. Temas comprometidos en un año de cine español en el que han brillado otras obras comprometidas también como Mi vida sin mí, Soldados de Salamina, Torremolinos 73, Al Sur de Granada, Planta 4ª., La luz prodigiosa, Las horas del día... Pero eso no es todo porque fuera de concurso tenemos más autores comprometidos con sus obras: Gerardo Herrero desentrañando el caso Galíndez, Joaquín Jordá buceando en el laberinto del Raval barcelonés, Medem haciendo lo mismo en el laberinto vasco...

Perdónenme el barrer tanto para casa, pero es que hacer este recuento me anima. En un año en el que parece que no hay otro dato para la historia de nuestro cine que Mortadelo y Filemón, existen todas esas películas que llenarían de orgullo a cualquier cinematografía. Y encima, guardamos en la recámara el cine que ya se está gestando para la temporada que viene con un casting de infarto: Almodóvar, Saura, Amenábar, Alex de la Iglesia, Aranda, Gómez Pereira, Chávarri, Gutiérrez Aragón...

Cuarta y última cosa (quizá demasiado egótica pero no voy a desaprovechar la oportunidad). A veces uno, que no cree en la suerte, juega a los ciegos y le toca un cupón. La primera vez que visité el Festival fue porque mi amigo Alfonso Ungría formaba parte del jurado. En ese año Frenético de Polanski clausuró la muestra y recuerdo una bronca importante con una señora que, antes de empezar la gala, increpó a Ardanza. He vuelto más veces al festival: Apoyando un acto de Dama, asistiendo a una presentación de Canal Plus, de Vía Digital... Pero este va a ser el primer año en que participe como director, y además con una película-experimento hecha con muchas ganas, ningún dinero y un cuarteto de actores de excepción (se llama Los abajo firmantes y ellos son Javier Cámara, Juan Diego Botto, Elvira Mínguez y María Botto). Para mí, tipo acostumbrado a trabajar en comedias que no suelen tener la oportunidad de participar en festivales de primera, es un auténtico lujo formar parte de esta edición, aunque sea en un rinconcito. Así que voy con la ilusión de un niño con Nike nuevos. Espero no volver con lágrimas en los ojos diciendo que los colegas del patio se han metido conmigo.