Primera palabra

2003. Visto para sentencia

27 diciembre, 2003 01:00

Especial: Lo mejor del año

Mejor año para la música, que ha sido muy bueno, que para las letras, que ha resultado grisáceo. El teatro público ha dado lo mejor de la escena. En el arte hemos asistido a la irrepetible trilogía de Tiziano, Vermeer y Manet en el Prado, y a la grisura de casi todo lo demás. El cine, español e internacional, ha apostado por el clasicismo.

A menudo se acusa a críticos y suplementos culturales de descubrir semana tras semana nuevos mediterráneos, ya sea obras maestras inmarcesibles o genios comparables a Cervantes. Este 2003, sin embargo, no ha dado coartada alguna a la hipérbole. Como explica Ricardo Senabre en su análisis del año literario, lo cierto es que el año ha transcurrido gris y sin sorpresas. Los grandes novelistas que han publicado (Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes) bastante han tenido con demostrar su dominio del género. Otros (Vila-Matas, Aramburu) se han limitado a repetir fórmulas ya consolidadas o nos han ofrecido obras poco ambiciosas. En poesía, tal vez lo mejor han sido las nuevas obras de consagrados como García Montero o Gamoneda, así como las antologías y las recuperaciones (Leopoldo de Luis, etc.). Quizá el peor panorama lo ofrezca el ensayo, la modalidad literaria que ha mostrado más deficiencias quizá por el contagio de la actualidad periodística, que ha impuesto temas (el nacionalismo, la globalización) sin demasiadas aportaciones relevantes. ¿Año de transición? ¿Vísperas de obras maestras? Ojalá. Lectores y críticos lo están deseando.

En cuanto a las artes visuales, 2003 deja, como casi siempre, un regusto agridulce. Hemos asistido a una programación excepcional del Museo del Prado, con la maravillosa trilogía de Vermeer, Tiziano y Manet, y el Reina Sofía, empe-
ñado en desempolvar el quehacer de nuestros más brillantes literatos con montajes discutibles. Estaremos expectantes ante la apertura en verano del nuevo espacio de Nouvel (que inaugurará Dalí en su centenario). Como dice Guillermo Solana en su análisis, "los centros de arte nacen y mueren en toda España; algunos se consolidan, como el Patio Herreriano, con exposiciones de calidad excelente, y otros se van por el desagöe, como el de Salamanca". El Thyssen y las principales fundaciones viven en el letargo entre las remodelaciones de algunas y el despiste de otras, mientras en el ámbito nacional hemos visto al mejor EACC de Castellón con sus Micropolíticas, una espléndida antología sobre fotografía y vídeo en el Guggenheim y la indiscutible revisión de Hamilton en el MACBA. Y en las galerías, con excepciones, más de lo mismo.

Se cierra el año con optimismo y con los teatros llenos. Y no es que haya habido grandes títulos que reseñar, pero sí obras de buena factura aunque nos quedemos con las ganas de hablar de renovación. El año ha estado marcado por los argentinos, que han puesto el listón alto: primero con Art de Darín, Martínez y Palacios (ahora en Barcelona), luego Miguel Angel Solá con Hoy el diario de Adán y Eva, de Mark Twain (sigue en el Bellas Artes de Madrid), y para rematar una Norma Aleandro espectacular. Están los musicales, que en Madrid se prodigan más que nunca. Y la comedia, que acusa un cansancio en los temas. El teatro público ha dado lo mejor: Historia de una escalera, El burlador de Sevilla en Madrid. En Barcelona, Sergi Belbel se confirma como gran director sobre todo cuando se enfrenta a obras corales (Primera Plana), y Àlex Rigola busca público joven para el Lliure.

Quizá hastiado de tanto experimentalismo, y tal como señala Carlos F. Heredero en su análisis del año cinematográfico, el cine internacional y español ha buscado esta temporada lo mejor de sí mismo con las armas del clasicismo, de la mano de grandes maestros (Clint Eastwood, Martin Scorsese), de notables cineastas (Peter Weir) y de realizadores todavía por consolidar (Enrique Urbizu). En las pantallas nunca se había convocado la violencia con tanta profusión como esta temporada. Resulta curioso que las grandes películas de 2003 como Mystic River, Elephant, Dogville o Kill Bill tengan a la violencia en Estados Unidos como elemento vertebrador de sus imágenes. También las dos grandes trilogías de los últimos tiempos, Matrix y El señor de los anillos, han llegado a su fin: la primera mostrando todas sus debilidades y la segunda confirmando sus virtudes.

2003 ha sido, en general, un buen año para la música viva tanto en España como en el extranjero. Se han sucedido estrenos y algunos de relevancia, como el Adagio en forma de rondó de Halffter. Se han inaugurado nuevos auditorios, como los de Tenerife o Pamplona y también se han asentado importantes instituciones con equipos nuevos. Así en el Teatro Real se incorporó ya de pleno Jesús López Cobos, hubo relevo en el Teatro de la Zarzuela, volviendo a él José Antonio Campos y la Orquesta Nacional empezó el camino hacia su renovación administrativa y artística bajo la batuta de Josep Pons. Se despidió de los escenarios Alicia de Larrocha de la forma como siempre fue: humildemente y respetando la verdad de la música. Hubo despedidas definitivas (Berio, etc) pero también esperanzas nuevas (Cantarero, Bermúdez, etc). El panorama no es el mismo para la música grabada, que padece la crisis de las discográficas, pero al menos se ha editado la colección completa de los 20 años de Premios Reina Sofía.

En el apartado científico , los "grandes descubrimientos" son ya sólo eslabones de una cadena en los que la revolución consiste en las "grandes ideas" que producen. Ojalá el Ministerio del ramo comparta esta percepción, empeñado como está en desatender la anónima y fundamental labor de infraestructuras.