Image: Premio Paquiro o de los toros

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Primera palabra

Premio Paquiro o de los toros

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

17 mayo, 2007 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española

La historia es conocida. Corrida de gala en la Maestranza sevillana. Mientras el torero de cartel enmudece a los espectadores con la armonía de los pases naturales -escultura viva sobre el ruedo- un vendedor de refrescos se pone a vocear su mercancía. Entonces, como un resorte, se levanta un hombre del campo sevillano y grita indignado: "Hoy, los mercaderes fuera del templo".

La Fiesta hunde sus raíces en las religiones primitivas del Oriente Medio, se esponja en la taurokathapsia cretense según los frescos del palacio de Knosos; se reafirma en las "corridas nupciales" que describe Alfonso X el Sabio (Cantigas de Santa María, códice de El Escorial, T-J-1) y conserva todavía remembranzas religiosas en la actualidad desde la verónica que empapa la faz del toro hasta el brindis en idéntica postura a la del sacerdote cuando consagra el sacrificio del altar. Trabajo desde hace tiempo en un libro que se titulará El sacrificio de los toros. Procuraré adentrarme en los interrogantes abiertos por la mejor obra que se ha escrito sobre la Fiesta: Ritos y juegos del toro, de álvarez de Miranda, descubridor de un texto clave de Pedro Mártir Anghiera en su Opus Epistolarum.

Por otra parte, y al margen de su raíz religiosa, nadie puede negar seriamente que ese ballet de arte y valor sobre el albero de la plaza es una forma de expresión artística que vertebra los dos últimos siglos de la Cultura española e iberoamericana. Hay evidencias incontestables. En pintura, en escultura, en poesía, en novela, en música, en ópera, en ensayo, la presencia de los Toros es una constante fecunda y ávida. Goya, Dalí, Botero, Barceló, Benlliure, Lorca, Alberti, Morales, Pérez de Ayala, y tantos otros, encontraron en los Toros manantiales de inspiración.

Y, sobre todo, Ortega y Gasset. No sé por qué los aficionados taurinos no levantan un monumento al gran filósofo. Cuando lo más granado de la intelectualidad española del siglo pasado empezó a alinearse contra la Fiesta, Ortega hundió sus manos sabias en la historia del toreo y se puso decididamente al lado de una expresión artística clave para entender al homo hispanus, para medir y calibrar la identidad nacional. Murió el autor de La rebelión de las masas sin terminar su obra Paquiro o de los toros pero, en el prólogo al libro-conferencia de Domingo Ortega y en otros escritos, dejó encendido el faro de su inteligencia, la más alta del siglo XX español, iluminando el entendimiento cultural de la Fiesta. "La historia del toreo -escribió Ortega- está ligada a la de España, tanto que, sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda".

Ahora que en alguna región de nuestro país se pretenden liquidar las corridas de toros con el argumento miserable de su españolismo, cuando se subrayan sólo los aspectos negativos de la Fiesta, cuando se enaniza su significación profunda, El Cultural ha decidido crear el Premio Paquiro, como reconocimiento al acontecimiento taurino del año. Es un esfuerzo más para instalar los Toros en el mundo que le es propio, el de la Cultura, ministerio, por cierto, del que debe depender la Fiesta, saliendo de una vez de Interior. Entiendo perfectamente a aquellos de nuestros lectores que son hostiles a las corridas. Sus razones no me parecen desdeñables. Pero aquí no pretendemos otra cosa que subrayar la importancia cultural, incontestable, de la Fiesta, al margen de sus otros perfiles.

El Jurado del Premio Paquiro, presidido por Andrés Fagalde Luca de Tena y compuesto por veinticuatro personalidades, varias de ellas del mundo cultural como Mario Vargas Llosa, Venancio Blanco, José Hernández, Santonja o Claramunt, ha tenido el acierto de galardonar por su excepcional temporada artística, y en dura competencia con la plataforma catalana, con Enrique Ponce y con la televisión de Castilla-La Mancha, a Sebastián Castella, como acontecimiento taurino del año 2006. Un torero francés ha sido el triunfador de la temporada pasada. No hay precedentes. En Francia, país de la cultura, florecen los toros en numerosas plazas abarrotadas por un público exigente y entendido. Y eso es un freno para ciertas maniobras subterráneas contra los corridas. Con el Premio Paquiro, en fin, El Cultural quiere rendir homenaje también a Ortega y Gasset que eligió a Francisco Montes, al legislador de la Fiesta, al Licurgo taurino, para desarrollar su idea de los Toros, desde la velada raíz religiosa hasta la media luna de los pitones clavados en la Historia de España.

Zigzag

Muchos hemos creído en la especie, tan poética, de que Rainer Maria Rilke, una de las cumbres de la lírica del siglo XX, murió del pinchazo de una rosa. Pues no. La leucemia le arrebató la vida cuando acababa de cumplir 51 años. He leído con asombro el libro que Antonio Pau dedica al poeta nacido en Praga, y universal. Es una obra equilibrada, crítica, sensible, robustecida por un arsenal de datos. He entendido mejor a Rilke tras leer a Pau, después de recorrer con él los trabajos, los días y los viajes por áfrica y Europa del poeta, rendido por cierto ante Toledo, enamorado de Ronda, injusto con la mezquita de Córdoba, desconcertado en Madrid. Pau ha sabido desentrañar la amistad entre Rodin y el autor de Elegías de Duino, durante la fugaz etapa en que Rilke fue secretario particular de aquel escultor inconmensurable, entre desgarros del barro, besos de mármol y pensamientos escritos en bronce. Un libro imprescindible, en fin, en la bibliografía del poeta.