Image: ¿Sólo cuatro asignaturas?

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Primera palabra

¿Sólo cuatro asignaturas?

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

27 septiembre, 2007 02:00

Luis María Anson

Si la ministra de Educación fuera una mujer realmente progresista debería incrementar el número de asignaturas que se pueden suspender para pasar curso. Hay gentes incapaces de desprenderse de las cadenas del pasado, inútiles para entender la opresión que padecen los alumnos sometidos a un sistema educativo retrógrado y antisocial. Con sólo aprobar una asignatura, cualquier estudiante, incluso tras mofarse abiertamente de sus profesores y vejarles en público, debe acceder al curso siguiente. Aún más, lo razonable sería que un alumno que supere Educación para la Ciudadanía reciba el título correspondiente sin más exigencias ni zarandajas. Lo único que debe importar en la educación de los adolescentes es que aprendan a ser buenos socialistas y a votar al PSOE cuando cumplan la edad que regula la ley, demasiado tardía, por cierto. Lo verdaderamente progresista es que se pueda votar a los 14 años.

Ni las Matemáticas ni la Geografía ni la Historia ni la Literatura sirven para nada. No digamos la abominable Religión. De lo que se trata es de formar rectamente a los alumnos para que cuando contemplen, por ejemplo, La Piedad de Miguel ángel no vean otra cosa que una toxicómana abrazada a un muchacho al que los ultras han propinado una paliza en una playa nudista. ¿Por qué los adolescentes españoles tienen que aprender quién es Carlos I o Felipe II, dos nazis imperialistas que expoliaron a los felices pueblos de América para robarles su oro y convertirles a latigazos al execrable catolicismo? ¿Por qué tienen que saber a qué se dedicaba Lope de Vega, un escritorzuelo de mala muerte que encima escribía rimas sacras? ¿Por qué hay que enseñarles que Murillo es un artista dedicado el muy cabrón a pintar Inmaculadas?

La educación no debe tener otro objetivo que la formación para la ciudadanía socialista. La ministra de Educación es una pejiguera que no hace otra cosa que poner pegas a todo. En los años gloriosos de Rodríguez Zapatero, faro encendido de la Alianza de las Civilizaciones, viene la reaccionaria Cabrera y cifra en solo cuatro las asignaturas que se pueden suspender para pasar de curso. ¡Qué atrocidad obligar a repetir a los chicos y las chicas que a lo mejor, incluso, para mayor inri, entre las materias aprobadas cuentan con la Educación para la Ciudadanía! Así es como se produce el fracaso escolar que nos denigra ante Europa. Hay que poner los pies en la realidad. Si se pasa de curso con una sola asignatura aprobada, se terminará ese fracaso tan corrosivo para la buena imagen de España, qué digo, del Estado español.

A mí me parece que todos esos actores y actrices tan diligentes en las manifestaciones pacifistas deberían lanzarse a la calle para protestar por las decisiones de la señora Cabrera. No sólo de Iraq vive el hombre. Cabrera a la era. Cabrera que no te enteras. Nada más grave que embrutecer a nuestra juventud con enseñanzas inútiles cuando no claramente perniciosas. Los verdaderos diputados progresistas que quedan en el PSOE tienen ahora la ocasión de presentar una moción de censura en el Congreso contra su propia ministra para lavar al socialismo de la mancha de la intransigencia y el reaccionarismo. La primera persona que en España debería cursar Educación para la Ciudadanía es la ministra Cabrera, a ver si aprende que no se puede zarandear a los estudiantes con limitaciones estúpidas y dictatoriales, nublando sus horizontes y cercenando su libertad. ¿Pasar de curso con cuatro asignaturas suspendidas? ¡Qué lamentable cicatería! ¡Qué fascista limitación! l

Zigzag

Se había muerto ya Franco cuando asistí en el hervor de la zozobra política al Jesucristo Superstar del gran Jaime Azpilicueta con Camilo Sesto y ángela Carrasco en el papel de la Magdalena. Fue, creo, hace ya treinta y dos años, en el nuevo teatro Alcalá Palace. Disfruté mucho, lo recuerdo bien, tanto como tres o cuatro años antes cuando vi la obra en Londres la misma semana, vaya contraste, que Oh, Calcuta. Así es que asistí con curiosidad a este nuevo Jesucristo Superstar que se ofrece a los espectadores madrileños en el teatro Lope de Vega. Y me gustó mucho. Me gustó la dirección, la adaptación, la escenografía, el vestuario, la imaginación desbordada, los cantantes, ellas y ellos, y las bailarinas. No me pareció tan malo como se ha dicho Miquel Fernández. Es verdad que está muy lejos de Camilo Sesto, que sus agudos chirrían y que la expresión corporal es una asignatura pendiente para el actor. Pero no es tan malo. Cantó discretamente y una parte del público agradeció su esfuerzo. Tengo idea de que le oí cantar también en Hoy no me puedo levantar, espectáculo pop al que dediqué una canela fina porque me hizo disfrutar mucho. Jesucristo Superstar, en fin, se ha convertido en un clásico. Se representará dentro de doscientos años con el mismo éxito que hoy. La música es excelente y vibra de fuerza e intensidad y el drama que se desarrolla sobre el escenario, la pasión y la muerte de un hombre inocente, golpeará siempre las conciencias, sobre todo porque el Crucificado es la palabra, el Verbo, que se hizo carne y habitó entre nosotros.