Image: El Franco real es el Franco de Preston

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Primera palabra

El Franco real es el Franco de Preston

Luis María Anson, de la Real Academia Española

24 julio, 2008 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española.

Combatí al dictador con todos los medios que tuve a mi alcance. Me procesó en numerosas ocasiones. Me envió al exilio irritado por mi artículo La Monarquía de todos. Me calificó en su diario personal como "el mayor enemigo del Régimen" (Franco Salgado-Araujo. Mis conversaciones privadas con Franco, pág. 478) Durante veinte años de mi vida profesional padecí el franquismo así como la ojeriza obsesiva, el odio africano, con que el dictador asilvestrado distinguía a Don Juan de Borbón y a muchos de los que colaborábamos con él en su exilio de Estoril. Creo tener una idea bastante aproximada a la realidad de cómo fue Franco y lo que significó en la vida española.

Y bien. He expresado en más de una ocasión mis coincidencias con el retrato radiográfico y un tanto inhóspito que Paul Preston ha hecho del dictador español. El Franco que yo padecí, el que yo conocí, al que vi actuar y manipular, es el Franco de Preston. El gran historiador dibuja con notable exactitud, sin ira, con estudio, desapasionadamente, al dictador español. Los jóvenes que quieran saber cómo fue aquel militar que se creía ungido por la gracia de Dios, deben leer Franco, caudillo de España, primero, y ahora este nuevo libro con el que he disfrutado mucho: El gran manipulador. En él, Paul Preston desescombra entre un arsenal de datos, la mentira cotidiana de Francisco Franco. Durante cuarenta años, España fue el país donde anidaba la apariencia y el embuste. Se convertían en verdad las mentiras que convenían a Franco, se maquillaba todo, se trucaba todo, se manipulaba todo. A veces esas manipulaciones eran tan burdas que Sainz Rodríguez se cachondeaba del dictador y ronroneaba: "Es como Maricuela que se tapa la cara y se deja el culo fuera".

Preston se ha acreditado como un historiador riguroso. Su libro no es una diatriba contra Franco. Reconoce, a veces con excesiva generosidad, sus virtudes. "El hecho -escribe- de que durante treinta y nueve años, tras hacerse con la jefatura provisional del Estado en guerra, fuese capaz de impedir el regreso del heredero legítimo al trono y de conservar el poder demuestra la extraordinaria habilidad política que desplegaba en su propio beneficio". El caudillo de España por la gracia de Dios y generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, se recreaba en el incienso y los elogios y aceptaba sin enrojecer que le compararan en la Prensa cautiva con Julio César, Alejandro Magno o Jesucristo. Sainz Rodríguez solía decir en su exilio lisboeta de la rua Alexandre Herculano que Franco estaba siempre dispuesto a hacer un tambor con la piel de su madre para redoblar sobre ella sus propias alabanzas.

Preston ha estibado los viejos fardos franquistas y ha desmontado minuciosamentelas manipulaciones políticas del caudillo y, de forma muy lúcida, lo que llama "el mito de Hendaya": ni Franco quería la paz ni llegó tarde para poner nervioso a Hitler ni estuvo correoso o reticente. El dictador español quiso entrar en guerra al lado del Föhrer. Fue el tirano nazi quien se negó a aceptar la colaboración militar de Franco para mantener su relación con Petain y porque tenía su propia idea de cómo debía quedar, tras su victoria, el norte de áfrica. Hitler no aceptaba otro interlocutor que Churchill para repartirse el mundo. Ni Italia, ni España, ni siquiera Francia tenían nada que decir en la distribución de los Imperios a los que aspiraba el Fuhrer.

Preston subraya que, en el fondo, Franco despreciaba a la Falange a la que manipulaba según sus conveniencias. Al doctor Vicente Gil le dijo: "Los falangistas, en definitiva, sois unos chulos de algarada". Sagaz es la interpretación que hace Preston de la pérdida de Marruecos. Y brillante su análisis de lo que ocurrió en diciembre de 1973. "Cuando Carrero Blanco fue asesinado -escribe- Franco no incluyó a Don Juan Carlos entre los que contribuyeron a elegir al sucesor del presidente. El grupo de franquistas de extrema derecha que le rodeaba había conseguido convencer al caudillo de que fiarse tanto de Carrero Blanco había sido ya error suficiente". Si Franco no llega a enfermar gravemente en 1974, si no llega a fallecer en 1975, tras una agonía atroz, si hubiera vivido dos años más, es más que probable que los Girón, Villaverde, Arias Navarro hubiesen desplazado a Don Juan Carlos. Pedro Sainz Rodríguez se dio cuenta del alcance de las maniobras tras el asesinato de Carrero y de la significación política de la decisión de Franco al escabechar a todos los ministros juancarlistas.

El gran manipulador tiene sin duda pasajes discutibles y algunos errores pero dejo a la crítica especializada que los señale. Con estas líneas he querido expresar mi satisfacción de lector por el rigor histórico, la sagacidad, la objetividad, el análisis penetrante, la serena seriedad que caracterizan la obra de Preston. No se puede prescindir de la brújula del historiador británico para el cabal entendimiento del dictador que durante cuatro décadas se enseñoreó de los destinos de España, a la que consideró siempre como su finca particular.