Image: Twombly, la fuga de América

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Primera palabra

Twombly, la fuga de América

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

20 noviembre, 2008 01:00

Luis María Anson

Demasiado viejo para integrarse en las últimas vanguardias, en los delirios del hiperdramatic, en la rompedora visión del arte nuevo de nuestra Alicia Framis. Pero todo lo que ha sido la pintura en los últimos 60 años está en Cy Twombly con calidades que, en ocasiones, estremecen al espectador más gélido. A pocas personas he conocido con tanto conocimiento y tan sagaz interpreta- ción del arte contemporáneo como a Juan Eduardo Cirlot. Su Diccionario de los ismos continúa imbatible. Fue él quien me alertó sobre la profundidad creadora de Twombly. Sus pinturas reventaron de luz las cristaleras del Palacio del Retiro hace veinte años.

Ciertamente el artista se formó inicialmente en Estados Unidos. Pero huyó de América cuando le deslumbró la explosión artística de Italia. Se hizo así inclasificable salvo en la escultura, por la que se le escurre Giacometti. Su paleta lo prueba todo, a veces con poco acierto, generalmente con ávida vibración. Es la angustia del mundo, sangre y hora de García Lorca. El pintor edifica sobre las ruinas de la inteligencia. En sus abstractos hay una sangre sin fin que se derrama, si bien, a veces, el Zobel elegante del pensamiento profundo se le resuelve en grises y blancos sobre el lienzo. Dubufflet vertebra una parte de la obra de Twombly. Pero su pincel se sujeta en la feroz independencia. Las riberas salvajes del amor, Tratado del velo, Cátulo, el célebre Ferragosto, Las cuatro estaciones y tantos otros cuadros y series han incendiado el Guggenheim bilbaíno en una de las muestras más atractivas celebradas en el año cultural español.

Cy Twombly reflexiona sobre la locura, más cerca del loco que del cuerdo, a diferencia de Erasmo de Rotterdam. Sus Nueve discursos sobre Cómodo, lo mismo que algunos de sus abstractos que son gotas de sangre, conducen al suicidio, al dilema que Camus espetó a Sartre: "Si la vida es un valle de lágrimas, si no hay nada después de la muerte, el único problema serio de la filosofía es el suicidio". El vitalismo italiano mantiene en pie a este anciano todavía en plenitud creadora. Cy Twombly es la pintura tras la II Guerra Mundial, cuando el poderío nazi fue engrilletado por la audacia de Churchill y las rientes democracias occidentales, incapaces, en cambio, de contener el horror de Stalin y sus gulags ensordecedores.

La inquietud artística de Twom- bly resulta inclasificable, ciertamente, pero sus vibraciones fundamentales están en la abstracción como creía Cirlot. "Todo arte --escribió- es abstracción, puesto que abstrae de la realidad existencial, espacio-temporal y física de las cosas los aspectos sensibles aptos para ser traspasados, traducidos al mundo de las formas artistas. Pero a esta abstracción general sucedió una segunda abstracción, consistente en la eliminación de toda copia del natural". Ya el simbolista Maurice Denis había dicho que "antes de ser una figura de mujer o de otra cosa cualquiera, un cuadro es una tela con colores y formas dispuestos según cierto orden". En Cy Twombly, la supremacía del color es la que transmite las emociones. Habrá que convenir, en todo caso, que no se entenderá en el futuro la descoyuntación del arte actual sin este americano que se fugó de América para pintar desde los estratos pictóricos de la Italia eterna. Tal vez por eso fue capaz de subvertir el expresionismo abstracto, de zafarse de la escuela de Nueva York y de afianzar una personalidad tan atractiva que se ha impuesto a los progresismos virtuales de los críticos papanatas, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas del mar. Cy Twombly no ha vacilado nunca en hincar sus raíces en las tierras antiguas de la mitología, el paganismo y la estupefacción. Es un artista cardinal.

Zigzag

El Borbón non grato es un libro bien escrito, robustecido por un arsenal de documentación, cuyo autor, José María Zavala, aunque mantiene sus puntos de vista bien conocidos, se esfuerza por la objetividad. Cuando conocí a Alfonso de Borbón Dampierre éramos adolescentes. No le traté mucho pero sí continuadamente hasta su fallecimiento. Tengo ideas claras sobre su inteligencia y cultura, también sobre sus posiciones políticas. Don Alfonso acertó al no combatir a su primo en el ámbito del monarquismo tradicional sino en el del Movimiento Nacional. Y durante muchos años fue un peligro para Don Juan Carlos. Si tras la boda de Don Alfonso con la nieta del dictador, un accidente, una enfermedad o un atentado hubieran segado la vida del hijo de don Juan, Franco habría nombrado sucesor a su nieto político. No fue así. El Borbón non grato es, por los documentos que aporta, algunos inéditos, un libro de imprescindible lectura para entender un periodo especialmente complejo de la vida española. José María Zavala ha hecho un excelente trabajo, acentuando las dudas, además, sobre el accidente que terminó con Don Alfonso, príncipe guillotinado como su antepasado Luis XVI pero en las pistas de esquí de una nación extranjera.