Primera palabra

La Gramática de la Academia

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

11 diciembre, 2009 01:00

La gran literatura fractura la sintaxis, juega con los oximorones, malabarea los neologismos, fragiliza la morfología, se cachondea de los verbos irregulares, hace piruetas con las subordinadas sustantivas, se burla de los morfemas flexivos, se jaranea de los anacolutos, bribonea con las relativas sin antecedente expreso y se divierte quemando fuegos artificiales con los adjetivos. "Si escribiéramos como exigen los gramáticos -decía Valle Inclán, "el curvar de la nariz soberbio"- no nos leería nadie". Y Francisco Umbral añadió: "La belleza literaria deriva de provocar sexualmente a la gramática".

La unidad del idioma, sin embargo, la que nos permite hoy entendernos en español a 450 millones de personas, aconseja una gramática y una ortografía comunes. En 1771, Joaquín Ibarra imprimía la primera Gramática de la Lengua Castellana, compuesta por la Real Academia Española. Desde entonces los esfuerzos gramaticales de la Corporación han sido numerosos y desiguales, a veces híspidos y esquinados. Hasta ahora. Porque la Nueva gramática de la lengua española es una proeza ciclópea, un monumento al idioma, un gigantesco esfuerzo científico.

Entre 1726 y 1739, un racimo de académicos decentes, que trabajaban todos los días de la semana y todos los meses del año, agosto incluido, como Dios manda, alumbraron la gran obra que conocemos como Diccionario de autoridades. Derrotaron por goleada a la Academia francesa. Todavía hoy produce asombro consultar aquel Diccionario ávido y excepcional, confeccionado a cal y canto, a mano y mente, sin ordenadores ni garambainas. Sigue siendo el gran caladero de los vocablos castellanos.

Desde entonces, la Real Academia no había hecho un esfuerzo semejante hasta la publicación ahora de la Nueva gramática de la lengua española. Y son muchas las obras realizadas por la Corporación, entre otras los Corpus diacrónicos y el Diccionario Panhispánico de Dudas.

España sólo representa hoy el 10% del idioma. El primer gran acierto de la nueva gramática es la participación de todas las Academias de la Lengua Española. Académicos de veintidós naciones han unido sus esfuerzos a los de varios centenares de filólogos y gramáticos para poner, negro sobre blanco, durante once años, las cuatro mil páginas de esta obra singular, normativa para los 450 millones de personas que se expresan en el idioma de Cervantes y Neruda, de San Juan de la Cruz y Rubén Darío, de Quevedo y Borges, de Lope de Vega y Vargas Llosa, de Calderón de la Barca y Octavio Paz, de García Lorca y García Márquez. Un Manual de 750 páginas y una Gramática básica de 250 facilitarán el acceso a la ingente obra que acaba de publicarse.

La Nueva gramática de la lengua española es un libro coral pero tiene también nombres y apellidos pedernales. Sin la lucidez, la capacidad de trabajo, la tenacidad de Víctor García de la Concha, no tendríamos hoy este monumento al idioma. Sin la sabiduría, la entrega, la profundidad científica de Ignacio Bosque, la nueva gramática continuaría en el telar. Sin el esfuerzo y los conocimientos de José Manuel Blecua no dispondríamos del tercer tomo, a punto de salir, sobre Fonética y Fonología. Todos los académicos y colaboradores que han contribuido a hacer posible la proeza merecen el elogio. Pero la Nueva gramática de la lengua española, además de ser la Gramática de la Asociación de Academias de la Lengua, la Gramática de la Real Academia Española, es la Gramática de Víctor García de la Concha, de Ignacio Bosque y de José Manuel Blecua. Para los tres, el reconocimiento de este escritor ensordecido por el silencio sonoro de un libro cardinal. l

Zigzag

Isidoro Reguera ha escrito un excelente Estudio introductorio al Wittgenstein bilingöe de Gredos. El filósofo austriaco sostenía que lógica y ética son una misma cosa. Sus aportaciones a la ontología y a la investigación filosófica encendieron el siglo XX de inquietud y reflexiones. Sádaba ha sintetizado muy bien el alcance de la obra de Wittgenstein y Ray Monk ha biografiado rendidamente al genio. Reguera subraya que el filósofo permanecerá halcón y tembloroso entre la incertidumbre del placer y la certeza del dolor.