La fiesta del oso
Jordi Soler
11 diciembre, 2009 01:00Jordi Soler. Foto: Archivo
El libro, que tiene una gran puesta en escena de drama pirenaico, parece apuntar en sus inicios a una épica de los heroísmos anónimos y a un esfuerzo por la compasión, la "memoria histórica", el homenaje y la reparación moral, pero las apariencias engañan: una casualidad, la invitación que recibe el narrador para dar una conferencia en el sur de Francia en 2007, le enfrenta a un acontecimiento que lo cambia todo: una anciana le entrega una fotografía y una carta de un nonagenario, un tal Noviembre Mestre, que le hace sospechar que tal vez su tío-abuelo Oriol continuó su vida al otro lado de la frontera, trastocando la versión heroica que la familia inventó y mantuvo tantos años desde el exilio en México. Los secretos y las nuevas revelaciones, inteligentemente dosificadas por Soler, se suceden en adelante en un relato de tal intensidad que vuelve difícil levantar la vista del libro. Entre otras cosas porque Soler es uno de esos raros escritores capaces de poner tanto énfasis en la buena escritura como en la acción permanente y la peripecia. "El rastro de los rastros de Oriol" lleva tan cerca como lejos, y no precisamente hacia revelaciones honrosas o agradables, pero el autor no desfallece en lo que considera su deber, un empeño ético por descubrirlo todo y afrontar la verdad. Sobrio, sin titubeos y sin pasos en falso, y con una escritura cuidada y entonada, transcurre el desarrollo de La fiesta del oso. Uno comprende, a medida que avanza por las páginas, dónde reside la maestría de Jordi Soler: no sólo en el hecho de tener entre las manos un gran tema, sino en ser, además, capaz de administrarlo de una forma tan inteligente. Y qué poderoso ese dilatado final lleno de suspense. Si sirve de algo decirlo en estos tiempos: este no es un libro más.