Image: Shanghai, en la vanguardia del futuro

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Primera palabra

Shanghai, en la vanguardia del futuro

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

26 febrero, 2010 01:00

París fue el centro cultural del mundo durante muchas y fecundas décadas. Tuvo algo de la Atenas clásica, de la Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio, la Grecia del verso de Horacio, que vencida por las armas impuso su cultura en la entonces agreste Roma. Sobre todo, los artistas plásticos sabían que la capital francesa abría de par en par las aduanas del éxito. Picasso, Gris, Miró, Dalí, Buñuel, aprendieron a conquistar la ciudad de la luz y la pedantería. Juan Ramón Jiménez le exigió a Marga Gil Roesset que se marchara a París unas horas antes de que la joven escultora, enamorada del poeta, se suicidara en un chalecito de Las Rozas. “Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro”, escribiría el autor de Platero y yo en los poemas estremecidos que dedicó a la gentil suicida.

Al término de la Guerra Mundial, respondiendo al sistema de ciclos desarrollado por Toynbee en Un estudio de la Historia, París cedió el trono cultural a Londres que, incluso, con Mary Quant arrebató el liderazgo de la moda joven a la altiva capital de Francia. La nueva generación minifaldera hizo de la urbe británica la meca de la creación y de los sueños. Como poderoso caballero es Don Dinero, Nueva York desplazó en poco tiempo a Londres. La vanguardia norteamericana, sobre todo en pintura, influida ávidamente por Miró, se impuso. Rothko y, sobre todo, Pollock encenderían los pinceles del mundo.

De forma sorprendente, Berlín se merendó a Nueva York y es, hoy por hoy, la capital de las vanguardias culturales. Muy bien han tenido que hacer las cosas los alemanes para superar la parálisis de un idioma espléndido pero minoritario. El caso es que la inquietud de los artistas jóvenes ha encontrado cauce y acomodo en la ciudad que asistió a la gloria y al hundimiento de Hitler y que el Ejército rojo arrasó en 1945. Recuerdo la primera visita que realicé a Berlín en los años 50 cuando todavía no se había erectado el Muro y media ciudad era escombro y estercolero. Se podía pasar del comunismo a la libertad en una estación del Metro.

Barack Obama, de forma certera, ha consagrado ya a China como el interlocutor de Estados Unidos. En muy pocos años las grandes decisiones mundiales se tomarán entre los Gobiernos chino y norteamericano. El colosal país asiático, el de Li Po y Tu Fu, está a punto de convertirse en la segunda potencia económica del mundo. Cuando los chinos se desembaracen de la dictadura capitalista, ya no comunista, que les oprime y el pueblo conquiste la libertad despedazada hace unos años en Tienanmen, nadie podrá detener la expansión del liderazgo amarillo en el mundo.

Y Shanghai, Shanghai que celebrará su Bienal en mayo, con la explosión gigante del arte mundial y un sugeridor pabellón español proyectado por Benedetta Tagliabue, en el que se ha armonizado la arquitectura con la poesía. Shanghai, en fin, desplazará a Berlín en poco tiempo como capital del mundo de la cultura, ese es mi diagnóstico. El ojo avizor de nuestra Alicia Framis, sobre el filo de la última vanguardia, ha instalado ya su estudio en la gigantesca ciudad china, que es un arrebato de zozobra, de inquietud y de arquitectura desmesurada, la vida a borbotones. Occidente, el Occidente del arte y la cultura, está a punto de ponerse de hinojos en Shanghai ante las vanguardias que desde la ciudad china van a dirigir el futuro del mundo artístico.

ZIGZAG

Miguel Ángel Rodríguez es un novelista de éxito. Recuerdo ahora la calidad de El candidato muerto. Es también un ensayista notable, potenciado por su escritura periodística y su sagacidad para el análisis y la crítica. Me ha gustado su libro Y Aznar llegó a presidente. El autor ha desenmascarado los entresijos de la ascensión al altar monclovita. Certero su Periodistas, al ataque, cuando sólo el ABC verdadero apoyaba contra Fraga y González la candidatura aznarí. La sagacidad de Miguel Ángel Rodríguez analiza la impensada ayuda con que los comunistas robustecieron a Aznar gracias a la enemistad africana entre Anguita y González. El líder socialista llegó a decir piadosamente: “Aznar y Anguita son la misma mierda”. Entre ambos le escabecharon en 1996.