Image: Centenaria Residencia de Estudiantes

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Primera palabra

Centenaria Residencia de Estudiantes

1 octubre, 2010 02:00

Tenía el Buñuel que yo conocí el cráneo esbelto y mondo. Era un hombre recio, armazón de madera antigua, el barniz perdido. Sus ojos eran nobles, con calidad de pez, y saltaban, con las viejas travesuras adolescentes en su fondo. La expresión de la boca se hacía desolada y huraña. Las cejas eran insistentes, un poco cabronas, igual que el bigote y las orejas ultrajadas. El cuello memorable, los dedos, desdeñosos. Desplomaba las palabras con voz gregoriana. Me hablaba mal de todo el mundo excepto de Saura y de Pepín Bello. Y escribió: “Encuentro falaces y peligrosas todas las ceremonias conmemorativas: ¡Viva el olvido! Sólo veo dignidad en la nada”.

Es imposible no recordar a Luis Buñuel cuando la Residencia de Estudiantes cumple 100 años. Un siglo de aciertos, de responsabilidad intelectual, de liberalidad y moderación. Allí se formaron muchos de los grandes del siglo XX. Conocí largamente a Salvador Dalí que se erizaba en la genialidad. Tuve amistad constante con Rafael Alberti. El poeta estrenó en el teatrillo del sótano de mi casa dos obras, interpretadas la primera por Aitana Sánchez Gijón, a la que nunca olvido; por José Luis Pellicena la otra. También se me vienen a la memoria las conversaciones con Vicente Aleixandre en su casa de Velingtonia. Entrevisté, en fin, en mi primera juventud a Igor Stravinsky. Lo evoco con renovada emoción. Y no olvido mis largas conversaciones con Pepín Bello que un día, en casa de Antonio Garrigues, desmenuzó al verdadero García Lorca, alma alegre de la Residencia, asesinado por la guerra incivil que zarandeó durante tres años atroces a los españoles.

Severo Ochoa hablaba con precisión de filosofía y, a ráfagas, de literatura. Tenía mucho interés lo que decía y yo le escuchaba expectante, aunque luego era implacable y me daba una teórica sobre biología molecular, ácidos nucleicos, códigos genéticos, la fijación del CO2 por las plantas, los puñeteros fosfatos y las fermentaciones. A veces se quedaba asombrado de mi ignorancia, pues me consideraba el “joven más culto” que había conocido.

-Tengo mala opinión -me dijo un día- de esas gentes que están fuera de la realidad y no dan importancia a la oxidación del ácido pirúvico o a la enzima condensadora que cierra el ciclo de Krebs.

-No se preocupe, profesor. Aquí me tiene, entre las galeradas del periódico, dispuesto a darle una portada en cualquier momento al ácido pirúvico y a su oxidación -le decía yo sin sorna aparente.

Y, como no tenía sentido del humor, se creía que era verdad, que por fin había un periodista capaz de llevar a primera página el ácido pirúvico, un periodista serio al que reventaban, claro es, los avatares del fosfato en las fermentaciones, dispuesto a estudiar a Krebs, que fue también Nobel de Medicina, y que desarrolló su ciclo como secuencia de reacciones enzimáticas del metabolismo oxidativo que presentan las células aerobias y que proporcio- nan la energía necesaria para los procesos endergónicos.

La Residencia albergó también como residentes o invitados a Einstein, a Ortega y Gasset, a Juan Ramón, a Le Corbusier, a Valéry, a Ramón y Cajal... Medio siglo, en fin, de celebridades, truncado por el sectarismo de la dictadura franquista. Por fortuna, la Monarquía de todos, que defendía desde su exilio en Estoril Juan III, ha restablecido la Residencia de Estudiantes, que está realizando ahora, bien dirigida y administrada, una labor concorde con lo que ha significado su historia de éxitos en la vida intelectual y universitaria de nuestro país. No exagero al decir que es una de las instituciones clave de la reciente historia de España.

ZIG ZAG

Lo bárbaro es confundir la sangre del toro con la del hombre”. Fernando Savater en su breve libro Tauroética, explica cómo los humanos hemos renunciado a nuestra animalidad y por eso tenemos derechos de los que carecen los animales. Aunque sus afirmaciones sean discutibles, Savater ha llegado con sagacidad y, sobre todo, con valor intelectual, al fondo de la cuestión. Ortega instaló la fiesta de los toros en la gran cultura española. Savater recuerda además al Parlamento catalán que su labor es garantizar el ejercicio de las libertades individuales.