Luis María Anson

Muere Gabrielle, la esposa de Danton. Al regresar a París, el desconsolado marido se dirige al cementerio de Sainte-Catherine, desentierra el cadáver de su mujer y se abraza a ella. Robespierre escribe a Danton con la pluma funeraria una carta de amistad profunda: "Te quiero más que nunca y hasta la muerte. Desde este momento yo soy tú mismo". El que alguien capaz de escribir esto, afirma Pedro J. Ramírez en El primer naufragio, "pudiera enviar apenas un año después a su destinatario a la guillotina dice mucho sobre la personalidad de Robespierre, pero todavía más sobre la deriva autodestructiva de la Revolución".



Falta el pan y se avilanta el hambre en el invierno parisino de 1793. España, Inglaterra y las potencias centrales conspiran para intervenir en Francia. El 3 de marzo, Vergniaud pronuncia un discurso en defensa de los moderados. Marat lo desdeña. En la Vandée los monárquicos se alzan en armas. El caos se extiende. Dumouriez fracasa militarmente en Bégica y Holanda. El director de Le Patriote, Girey-Dupré, incurre "en el peor error que puede cometer un periodista --según Pedro J. Ramírez- al no permitir que el curso de la realidad alterase su idea preconcebida de las personas y los acontecimientos". El aventurero español Miranda es promocionado por Dumouriez. La oratoria de Robespierre se va adueñando de la Convención. El odio a Marat se extiende pero el tribuno supera con éxito su paso por la cárcel. Robespierre considera inaceptable que el control de la situación pueda quedar en manos de alguien que no piense como él. Pétion rezuma toda la inquina que el trato vejatorio al que le sometieron los grupos radicales ha dejado en su corazón: "Son quinientos o seiscientos hombres, los unos delirando, los otros cubiertos de crímenes, la mayor parte sin medios de subsistencia conocidos, los que se extienden por doquier, ladrando entre los grupos, vociferando en las secciones, jurando, amenazando, no hablando más que de asesinatos y pillajes, invocando imperiosamente la ley y ejerciendo el más odioso despotismo sobre seiscientos mil ciudadanos... La posteridad no podrá creerlo. ¡Parisinos, salid al fin de vuestro letargo y obligad a volver a su guarida a estos insectos venenosos!".



Todo eufemismo, toda cortesía han desaparecido. Los dados ruedan ya sobre el oscuro tapete del odio. La Convención se rinde a la presión popular. Es la apoteosis de los buitres. París parece una caldera a punto de estallar. El Club de los Jacobinos "es la cuerda del tocsín que debe batir al unísono de un extremo al otro de la República". Hasta las mujeres querían que "rodaran cabezas y emborracharse de sangre". La soberanía nacional reside ya en el Club de los Jacobinos, controlado por "una veintena de bandidos que hacen doblegarse ante ellos a todas las autoridades constitutivas de la nación". La Comuna se considera ya representante de la República Francesa por encima de la Convención. Los sans-culottes rodean el edificio. Es el asedio de los vertederos. Vergniaud dice la palabra pánica: "Dadle un vaso de sangre a Couthon, tiene sed". Los principales diputados del sector moderado quedan confinados y jibarizados en sus domicilios. La alianza de los extremistas jacobinos con los enragés y la Comuna ha triunfado. El 2 de junio, el golpe de Estado jacobino se consuma. El 10 de julio, la Convención entrega el poder ejecutivo al ala dura de la Montaña. Tres días después Carlota Corday asesina a Marat. Robespierre se hace con el control de la nueva situación.



No puede sospechar que un año después sería él también guillotinado. Estamos, efectivamente, ante el primer naufragio de la democracia. La dictadura triunfante en el verano de 1793, escribe Pedro J. Ramírez para concluir el impresionante testimonio de su gran libro histórico, "acaba de anticipar con doce décadas de adelanto, el siglo de los totalitarismos, la era de los grandes conductores de hombres, el camino hacia los paraísos de las ideas falsas y la playa de las desventuras de la libertad traicionada".