Luis María Anson
Mike Hammer, subsecretario de Estado, ha rendido homenaje a la lengua castellana manteniendo en español algunas de sus conferencias de Prensa. Estados Unidos es ya el segundo país hispanohablante del mundo, tras México y por delante de España. Cerca de 60 millones de habitantes de Norteamérica tienen como idioma nativo el español. Por mucho que le reviente con j a Carod Rovira, esa es la realidad. Menuda corona de espinas para el extinto político catalán. El inglés se convirtió en la última mitad del siglo XX en lo que el latín fue durante la Edad Media pero, tras el idioma de Shakespeare, el español ocupa un segundo puesto destacado. El chino se debate en un enjambre dialectal y además no es una lengua internacional. El español ha desbordado al francés y deja muy lejos al alemán, al portugués o al italiano. Aún más, como idioma nativo ha superado al inglés, aunque nadie discute la superioridad de la lengua de Edgar Allan Poe como vehículo de entendimiento entre las minorías dirigentes de todas las naciones del planeta.
El estudio del español es obligatorio en Brasil, la nación gigante de Iberoamérica que perteneció a la Corona de España durante ochenta años y fue evangelizada por el padre Anchieta. En Estados Unidos, el 80% de los estudiantes de idiomas extranjeros eligen el castellano. En Suecia, en Japón, incluso en Alemania, la lengua que se estudia tras el inglés es el español. Según un informe de la Fundación Telefónica el valor económico del castellano representa alrededor del 15% de nuestro Producto Interior Bruto. Los políticos americanos saben que no ganarán las elecciones sin el voto hispano. Ese es el motivo de la reverencia al español. Pero no solo ese. La cultura de España e Iberoamérica sugestiona en todo el mundo. Escritores, pintores y escultores, cantantes y actores, ocupan lugar relevante en la cultura universal. España custodia además un tesoro histórico inacabable en sus museos, catedrales y palacios.
Salvo alguna excepción, el Instituto Cervantes ha sido una castaña y se ha dedicado más al sectarismo político y a la colocación de amiguetes y paniaguados que a la propagación del español en el mundo, aunque esa era su obligación, sin olvidar al catalán, al vascuence o al gallego que son lenguas bellísimas, enriquecedoras de la cultura nacional. Es de esperar del buen sentido de Víctor García de la Concha que recupere el pulso del Instituto Cervantes y abra una colaboración de fondo con las principales Universidades del mundo pues en ellas debe estar la esencia docente del idioma de Gabriel García Márquez y San Juan de la Cruz.