Luis María Anson
Rodríguez y Mateache han publicado en ‘La Razón' un espléndido informe sobre la antología del disparate educativo en Cataluña. Si con el idioma castellano se está haciendo lo mismo que hizo el dictador Franco con la lengua catalana, la Historia que estudian los adolescentes parece encaminada a ignorar a España, incluso a despreciarla y odiarla. Las aportaciones que en su informe hacen Rodríguez y Mateache resultan incuestionables. Desde los Reyes Católicos, "culpables de que Cataluña forme parte del Imperio", hasta el Estatuto de Autonomía de 1931 y los concedidos por la nueva democracia española, casi todo lo que se enseña en los colegios catalanes tiene el propósito de fomentar a futuros nacionalistas radicales para el consecuente secesionismo. La guerra incivil, por ejemplo, solo se padeció en Cataluña. El resto de España no existe. Nuestros siglos de oro se despachan con líneas escasas y displicentes, el reino de Aragón se reinventa como corona catalanoaragonesa y "el hijo que toda madre quisiera tener" es el estudiante nacionalista que combate la unidad de España.
Tengo mis dudas de que algún gobernante español disponga de los dídimos en su sitio para borrar la tropelía educativa y establecer estudios objetivos avalados por historiadores de máxima solvencia. Y como tengo mis dudas, fácil será deducir lo que significará en un próximo futuro, lo que está significando ya, la abdicación de España en la formación educativa de los niños catalanes.
Naturalmente, Arturo Mas se está dedicando, en plena crisis económica y con deudas que le agobian y mantienen en el borde de la quiebra, a incrementar las ayudas públicas a todo lo que profundice en el sentimiento secesionista. Acaba de aumentar en un 70% las subvenciones al cine en catalán, mantiene los auxilios al teatro nacionalista y derrama de forma incesante el maná de los patrocinios a las más pintorescas asociaciones, fundaciones e instituciones de aliento soberanista.
No concibo a España sin Cataluña y sé que son muy numerosos los catalanes que no conciben a Cataluña sin España. Incluso José Luis Rodríguez Zapatero, consternado ante la tempestad por él en parte desencadenada, ha sabido rectificar, lo que le honra, con un artículo ejemplar publicado en El Mundo. El Gobierno, en fin, y también la sociedad, tienen todavía muchas cartas para desbaratar la desespañolización de Cataluña. Ojalá que sepan jugarlas con moderación y prudencia, con firmeza y eficacia.