Luis María Anson
Y no descartemos el paganismo de la cultura general. La leyenda dorada de los héroes y de los dioses vertebra toda la cultura occidental y alienta en la poesía, el teatro, la novela, la filosofía, la pintura, la escultura y la arquitectura de los principales países del mundo.
Más de 2.200 millones de cristianos, la mitad de ellos católicos y la mitad de estos de habla española o portuguesa, se encaraman en la cabeza de las religiones, hoy, en el mundo. A cierta distancia están los musulmanes, con 1.600 millones, y en tercer lugar los hindúes, que sobrepasan ya los 1.000 millones. Las 10.000 religiones restantes, algunas tan significativas como el budismo, el sintoísmo, el animismo, el taoísmo o el judaísmo, se reparten el resto del pastel religioso, que no el de la población mundial, puesto que ateos, agnósticos y no creyentes significan el 16,3%, es decir, cerca de 1.100 millones de personas, si bien China y Corea con sistemas totalitarios desvirtúan la realidad de la cifra. Este último dato resulta, sin embargo, especialmente significativo. Frente al 31,5% de cristianos, 23,2% de musulmanes, 15% de hindúes, los que prescinden de Dios en sus vidas escalan ya la cota del 16,3%. Pablo VI, que era un intelectual reflexivo y atormentado, creía necesario organizar un frente común de las religiones que combatiera el ateísmo creciente. Así lo manifestó en la India. Su grito ecuménico, a pesar de avances significativos, no ha cristalizado todavía.
La buena nueva evangélica mantiene considerable vigor y el Santo Padre de Roma es el líder espiritual del mundo. La aportación de las religiones a las expresiones culturales se conserva viva. Tras una parte sustancial de la literatura, la filosofía, la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, el cine y la ciencia, alienta en el occidente cristiano, en el mundo musulmán o en el hinduismo y el budismo extremoriental el impulso de las religiones. Un análisis desapasionado de la realidad, incluso desde posiciones agnósticas, deja a las claras esta realidad incontestable, lo que me devuelve a la consideración inicial de este artículo. A los niños y niñas en las naciones laicas, ni adoctrinamientos ni catecismos en la escuela pública pero sí estudio de las religiones antiguas y actuales, para que puedan disfrutar a lo largo de sus vidas del placer de la cultura de forma más cabal e intensa.