Luis María Anson

José Antonio Pascual se ha encaramado en la cumbre donde habitan los mejores lingüistas españoles. Su sabiduría y su experiencia le permiten desentrañar hasta el mismo fondo de las palabras. Su erudición es torrentera y a veces confunde entre tanto dato y tanta cita. Lexicógrafo indiscutido, la proeza que realizó con Corominas ahí está para enseñanza de todos. El baño léxico no le ha impedido, sin embargo, conservar el humor, cosa que se agradece especialmente al caminar por el desierto de la lingüística y soportar su avidez.



Acaba de publicar José Antonio Pascual un excelente libro de título deleznable y subtítulo perfecto: No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. Hay que tener valor para instalar en las librerías una obra así titulada. Ni Javier Pradera en su etapa más insomne se hubiera atrevido a semejante audacia. Claro que el académico de la Española sabe muy bien lo que se hace y ha desmontado su propia tropelía con este subtítulo de rara perfección: La azarosa vida de las palabras.



La figura exálage de José Antonio Pascual, capaz de poner número plural por singular y singular por plural, conforme a El espejo y el piélago de Prendes, brilla a lo largo de las 235 apretadas páginas que componen su último libro. Estamos ante una meditación galopante sobre el ADN de las lenguas. Con cierto regusto al artículo de periódico, José Antonio Pascual recorre los caminos todos del contenido de las palabras, los ejemplos concretos del debate público sobre algunas de ellas, la contaminación que sufren en la expresión hablada, también en la escrita, el alarde de los sufijos, el desequilibrio en la morfología, la altivez agresiva de ciertos medios de comunicación. El gran lingüista desentraña la azarosa vida de las palabras para terminar zapeando por los caprichos de la etimología.



Sabe tanto José Antonio Pascual que no le cabe la erudición en el pecho del libro. Erudición bien lejana a la violeta y que se pega al texto como la piel a la musculatura. Sus reflexiones sobre el fútbol no tienen desperdicio. Recoge además un texto relevante, para mí desconocido, en Días geniales o lúdicros, de Rodrigo Caro, principios del siglo XVII: "Don Pedro. -Yo he leído en las historias de las Indias que aquellos bárbaros juegan a la pelota desnudos y la recogen con el cuerpo, y vuelven con los muslos y espinillas y otras partes del cuerpo que a todos nos parecen ineptas para aquel ministerio". "D. Fernando. - Mucho más es volver la pelota con la planta del pie, y con todo esto hubo en la antigüedad quien lo hiciese. Así lo dice Manilio en el libro V. Astronómica: Diestro aquel en volver con diestra planta / la pelota que huye, compensando / con los pies el oficio de las manos..."



A la lista interminable de sus estudios filológicos, a su ingente labor lexicográfica, a sus monografías científicas sobre aspectos muy diversos de la lingüística, añade ahora José Antonio Pascual este libro que es una delicia de principio a fin para el buen gusto literario.



Si el diccionario Corominas-Pascual está considerado como "la solución a los enigmas etimológicos más importantes de nuestra lengua", habrá que convenir que el académico vertebra hoy una vertiente sustancial de nuestra cultura. Personalmente me siento identificado con José Antonio Pascual porque es una de las dos personas, yo soy el otro, que hemos leído el libro sobre las pizarras visigóticas de Isabel Velázquez, ya que su ilustre prologuista solo lo conoció por el forro.



Zigzag

Si Escena Contemporánea no existiera habría que reinventarla. Se trata de la más enervante inyección cultural en las venas teatrales de España. Salva Bolta está demostrando sagacidad e independencia. Solo favorece el talento, solo impulsa autores y obras, muchas veces desconocidos, pero que han puesto el espejo delante de la sociedad que padecemos. Estamos ante un esfuerzo admirable, sobre el que la cicatería indeclinable de una parte de la crítica amontona censuras y desdén. Pero la realidad se impone y Escena Contemporánea se ha convertido en una realidad de la vida teatral española, que merece reconocimiento e impulso.