Image: Aganzo en la región de Nod

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Primera palabra

Aganzo en la región de Nod

5 febrero, 2015 23:00

Huye Caín y es una sangre sin fin que se derrama. Entre gritos e intemperies se refugia desolado en la región de Nod, allí donde el hombre deshabitado busca el perdón y encuentra la palabra yacente y pedernal. El poeta, Carlos Aganzo, rastrea las huellas del hermano asesino y llega a las tierras del amor y la tristeza. Es el paisaje de la desmemoria. El poeta entonces, porque allí viven sus ojos, desgrana el rosario de los versos tenues.

En la región de Nod, donde la niebla se congela, Aganzo encuentra las lágrimas del cielo y también a la amada inmóvil, engendrada por la lluvia fina de las estrellas del verano. Quiere que ella regrese al oriente fecundo de sus dedos para que le rían los ojos ante la imagen de su cuerpo tendido frente al alba. El crimen se desvanece cuando el poeta se asoma al sagrado holocausto de la amada. Debajo de su piel hay otra piel que late a contramuerte, mientras la espesura de anémonas levanta con oscuro gemir la sed del escalofrío por las tierras baldías. En la incontable presencia de las sombras, en el ardor de las noches incendiadas escucha cómo se derraman las voces del viento. Se acuerda entonces de la tarde azul de roces y licores, del abismo de su cuerpo, y la brisa de las ingles celestes.

Se deleita el poeta con el alma iluminada, con el ardor de las palabras que le queman la boca. Habita entonces los versos en la región de Nod, donde Caín expía su crimen sin rastro y sin memoria. Se sumerge la tarde enardecida y se adivinan los ojos de la muerte. Camina el poeta entre las huellas minerales, labradas en el sueño de la vieja ciudad amurallada y quiere arrancarse de las altas montañas hasta hundirse en el aire para siempre. Sueña con el collar de oro de Jerusalén, la ciudad dulce y encantadora, terrible como un ejército en orden de batalla. Es ya la oda en la ceniza. En la ceniza del adiós que el aire no termina de llevarse. Se apaga la esperanza prendida tras las semillas amarillas del alma. Y camina un camino de espinas que desangran los tobillos descalzos de la noche, mientras contempla todavía el sacrificio de Abel que clama tras las montañas sin nombre asonadas de amor. Porque nadie en la escena del crimen se atreve a hablar del castigo sino del perdón y el olvido.

Carlos Aganzo, en fin, alcanza con este poemario, En la región de Nod, el cénit de su poesía, de su verso de rara modernidad que enciende los oídos del lector. Desde Ese lado violeta de las cosas hasta Las flautas de los bárbaros o Las voces encendidas, el poeta ha publicado media docena de poemarios que le han instalado sólidamente en la mejor poesía de vanguardia. Los críticos especializados señalarán sus carencias. Yo he querido subrayar en esta Primera Palabra la calidad indiscutida de un poeta que se encuentra ya en el pelotón de cabeza de los autores líricos españoles. Basta leer En la región de Nod, premio de poesía Ciudad de Salamanca, para advertir la profundidad de pensamiento de Carlos Aganzo y el aliento lírico que impregna sus versos para alcanzar su mejor dimensión entre los lectores.

ZIGZAG

La National Gallery es uno de los grandes museos del mundo. Y tal vez el más inteligente porque ha evitado convertirse en un cementerio de cuadros. Están los justos. No abruman. En las tres horas de Eugenio d'Ors se puede recorrer el museo británico sin pesadumbres ni cansancios. Desde el mejor Leonardo da Vinci hasta el más destacado Velázquez, pasando por el fulgor de Rembrandt allí están muchos de los cuadros imprescindibles en la historia de la pintura universal. Algunos se lamentaron en su día que la voracidad de Godoy arramplara con La Venus del Espejo. Tras la muerte del político exiliado en París, terminó el lienzo en la National Gallery. Tal vez el éxito de Velázquez se derive en parte de los millones de personas que han contemplado la obra maestra en la capital del Imperio británico. Ahora Gabriele Finaldi, que está haciendo una extraordinaria labor selectiva en el Prado, se va a la National Gallery, abandonando su colaboración con Miguel Zugaza. Habrá que alegrarse por él y vaticinar que su ancha experiencia beneficiará de forma notable a la National Gallery.