Lecturas de verano
Colaboré con un equipo de escritores chinos que tradujeron al español los Poemas de la tierra y del viento de Mao Tse-tung. Los publicó el ABC verdadero y dieron la vuelta al mundo hispánico. Tengo conciencia de la dificultad de hacer una versión del chino al castellano sin desfigurar lo que el poeta quiso decir, aparte la casi imposibilidad de conservar el aliento lírico del poema y el temblor del verso. Por eso mi admiración por Guojian Chen es muy grande. Nacido en Vietnam en el seno de una familia china, ha traducido al español lo mejor de la lírica de una nación volcada durante cuatro milenios en la poesía. Poemas de Tang, edad de oro de la poesía china es un libro revelador al que dediqué en su día atención pública. En su última obra, La poesía china en el mundo hispano, Guojian Chen ha hecho un exhaustivo trabajo de investigación que revela el interés de la intelectualidad del mundo hispánico por la poesía china. El autor se refiere, por poner un ejemplo, a la versión castellana que Octavio Paz hizo de Li Po, Wang Wei, Tu Fu o Li Ch'ing-chao. Y lo expresa con asombro y reconocimiento. Estamos ante un libro extraordinario, en el que Guojian Chen repasa el esfuerzo de los traductores españoles e hispanoamericanos para trasladar el tesoro inacabable de la poesía china al idioma de Cervantes y Gabriela Mistral, de San Juan de la Cruz y Vicente Huidobro, de Federico García Lorca y Pablo Neruda.
Mario Vargas Llosa ha puesto prólogo certero al último libro en pos de la verdad de Juan Cruz: Toda la vida preguntando. He dedicado artículos y comentarios a la obra literaria del autor de Crónica de la nada hecha pedazos. Frente a tanta camelancia como hoy anega nuestra república de las letras, Juan Cruz es la autenticidad. Su relación personal con algunos de los nombres cimeros de la literatura contemporánea no es una fabulación sino una realidad contrastable. Los cicateros de turno suelen regatear los méritos ajenos. Pero la vida literaria española no se entendería actualmente sin la aportación de Juan Cruz. A su nuevo libro, el autor se trae, cargadas sobre los hombros, las largas entrevistas con los más grandes, empezando por mi inolvidado amigo Pablo Neruda y terminando por George Steiner. El gran Rulfo, García Márquez, Saramago, Emilio Lledó, Caro Baroja, Umberto Eco, Günter Grass, Carlos Fuentes, Doris Lessing, Imre Kertézs, Susan Sontag entre otros muchos, desfilan certeramente radiografiados por las páginas de Toda la vida preguntando. Capítulo aparte para Miguel Delibes y Mario Vargas Llosa. Con Cervantes y Pérez Galdós, Miguel Delibes forma la trilogía de los más grandes novelistas españoles. Mario Vargas Llosa, por su parte, es el equilibrio, la mesura, el buen sentido, la calidad literaria. Está reconocido como el autor en español más influyente en el mundo de hoy. Algunos dirán que faltan nombres en la geografía literaria del libro de Juan Cruz. Pues claro, pero son todos los que están aunque no estén todos los que son.
Angélica Liddell, vencedora en dos ocasiones del festival de Avignon, premio Valle-Inclán, León de Plata en la bienal de Venecia, ocupa hoy lugar cimero en el teatro español. Autora, directora, actriz, escenógrafa, su piel está impregnada hasta el último poro del hecho teatral. En Ciclo de las resurrecciones, su último libro, Angélica Liddell incluye cinco obras de distinto pelaje literario: Primera carta de San Pablo a los corintios, You are my destiny, Tandy, La novia del sepulturero y Salmos. Ni una línea de Angélica Liddell tiene desperdicio. Es un prodigio literario. Ni un adjetivo sobado ni una metáfora vulgar ni un lugar común. Angélica Liddell vive adornada por la envidia que suscita en amplios sectores del mundo teatral. Son muchos los que no la pueden soportar. Su éxito apabulla. Hace ya mucho tiempo que yo me rendí a la calidad literaria, a la profundidad de pensamiento, a la independencia feroz de esta autora que pelea día a día y sin desfallecer en la vanguardia del mejor teatro español.