Image: La redención de Julio Castedo

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Primera palabra

La redención de Julio Castedo

18 septiembre, 2015 02:00

John Ellerman es el quinto hijo varón de una mujer que, tras el parto, muere con el útero desgarrado. Su viudo rige una finca ganadera en el condado de Kent cerca de los húmedos pastos de Westerham. El niño crece y se convierte en un excelente estudiante. De sus cuatro hermanos, tres le odian y el padre no le felicita en ninguna ocasión por sus brillantes calificaciones escolares. Jamás le da un beso, nunca le acaricia el pelo. Parece como si le culpara de la muerte de su esposa. El adolescente no vive ni un momento de felicidad, no escucha a su padre ni una risa. Sin embargo, no odia a su progenitor pero desea verle muerto para salir de la torre en la que se siente encerrado.

Dos de sus hermanos, los gemelos, son ariscos y crueles con él. Y no solo con él. Al perro familiar le cuelgan un día de un cable y lo golpean. El animal, tras un sufrimiento atroz, se queda balanceándose como una triste alegoría de la muerte. John ayuda a enterrarlo. El muchacho lee a Flaubert y Balzac, a Verne y Stevenson. También teatro clásico y poetas malditos. Un día decide abandonar la famélica vida familiar y se va a estudiar a Londres sin apenas dinero. Y solo. El sexo y la muerte marcarán su juventud, tras una adolescencia sin afectos. Conoce a Ellen Carter. Es una mujer interesante y atractiva. Se adensa su relación con ella, que se muestra prudente, reflexiva y modesta.

Paul Lancaster es un abogado que trabaja en la compañía de seguros Mortimer. Busca a John Ellerman porque es el beneficiario de un importante seguro de vida. El abogado viaja al condado de Kent para anunciar la buena noticia a John. No lo encuentra. Ted, su hermano mayor, se ahorcó al descubrir muerto a su padre, el viejo Terence. Los gemelos han desaparecido y William, el hermano pequeño, se ha convertido en un ser huraño zarandeado por su retraso mental.

John desprecia a esas mujeres hermosas que se consideran un premio para el hombre. No se le puede encontrar. Al abogado Paul le encargan que busque a Ellen Carter, también desaparecida. Paul Lancaster recuerda a Tulia, la hija de Cicerón, que murió tras dar a luz a su segundo hijo, inundando de dolor los dos últimos años de la vida de su padre.

Sobre los cimientos de esta fabulación, Julio Castedo ha construido una sólida novela de arquitectura vanguardista en la que brillan una escritura sobria y eficaz, una adjetivación contenida, la metáfora precisa, la penetración psicológica en los personajes, los acertados diálogos. Y también no pocos defectos, algunos menores como un respeto reverencial al loísmo hasta la cacofonía.

John aprendió de su padre que la vida es algo más que una monótona cadena de silencios y un día, tras recibir una soberana paliza que le ensangrentó el cuerpo, escucha estas palabras: "Vas a agradecer que no hay redención sin sacrificio; redención, hijo mío, no sé si sabes de lo que estoy hablando. Hasta nuestro señor Jesucristo conoció el verdadero dolor para que su Padre nos perdonara a todos los hombres". Julio Castedo desarrolla esa idea que da título a su excelente novela, intensamente erótica. La verdad es que no me han extrañado ni el progreso ni los triunfos del escritor. Lo dije hace ya seis años en esta misma página: "Conviene no olvidar el nombre de Julio Castedo. Si persevera, porque la literatura es una larga paciencia, ocupará un lugar al sol entre los novelistas españoles". Ha perseverado. Desde El jugador de ajedrez, otras novelas -Apología de Venus y El fotógrafo de cadáveres- han constituido nuevos éxitos. Por eso Planeta ha decidido publicar Redención, que es un recreo para el buen gusto literario y significa la consolidación de su autor.

Zigzag

A Igor Stravinsky le entrevisté para la revista Aria hace seis décadas. Me recibió en el Ritz. Fue una conversación larga y distendida. Los críticos jóvenes de aquella época desdeñaban a Mendelssohn por suave, a Tchaikovski por árido, a Rimsky Korsakov por blando. Y elogiaban a Schöenberg, a Krenek, a Alban Berg. Stravinsky me hizo elogios sobresalientes de Picasso y de Rimsky Korsakov. El gran músico ruso era ya el primer nombre de la música universal en el siglo XX. La consagración de la primavera nos estremecía a todos. El descubrimiento de su Chant Funèbre en el Conservatorio de San Petersburgo me parece una noticia de dimensión mundial. Está compuesto en 1917, tal vez la mejor época creadora del inmenso músico ruso.