"El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir..." Así escribía Miguel de Cervantes al conde de Lemos cuando abrazado a Don Quijote y Sancho, con los Trabajos de Persiles y Sigismunda en el fogón, se disponía a cruzar la oscura penumbra del más allá.
Cuatrocientos años después de su muerte, aquel anciano lúcido y tembloroso se ha convertido en el español más relevante de nuestra historia por encima de reyes, emperadores, políticos, pintores, escultores, financieros, militares, empresarios, músicos y santos.
Felipe VI tiene conciencia clara de lo que significan Cervantes y el personaje universal que su ingenio alumbró y que hoy cabalga a través de todas las geografías, todos los países, los continentes enteros. También Doña Letizia, que es una mujer muy culta, ha demostrado especial sensibilidad para emocionarse con la creación literaria de alta calidad. Por eso ambos, el Rey y la Reina, presidieron la magna exposición Miguel de Cervantes: de la vida al mito que la actividad de Ana Santos y la sabiduría de José Manuel Lucía han levantado en la Biblioteca Nacional. Mientras algunas autoridades, que desdeñan la cultura, dormitaban, el Rey escribía de su puño y letra: "Con mi felicitación y gratitud a todos los que han participado en esta exposición, en su catálogo y, en general, en el esfuerzo de conmemorar como se merece el IV Centenario cervantino".
La exposición, en efecto, es magnífica y aleccionadora. El espectador puede contemplar, por ejemplo, los escasos documentos que se conservan escritos por Cervantes, los apócrifos y los autógrafos. Y entre ellos, la carta en la que el verdadero Fénix de los Ingenios, da cuenta desde la cárcel de una serie de partidas de trigo y cebada. Está fechada el 31 de marzo de 1598 y emociona la humanidad de un escritor que se distinguió por su sencillez, su generosidad y su capacidad para la acción solidaria.
Al comienzo de la guerra incivil española, la extrema izquierda quemó la iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. No ardió la partida de bautismo de Cervantes porque el párroco César Manero, consciente de lo que podía ocurrir, entregó el libro de bautismo a Juan Raboso San Emeterio. Este comerciante alcalaíno lo escondió en una caja metálica sellada que sepultó en el fondo de un pozo.
El visitante de la exposición puede contemplar la partida de bautismo de Cervantes, 469 años después, y también el acta de defunción cuando se cumplen los cuatro siglos de la muerte del autor de El Quijote. A través de mapas, planos, grabados, testimonios y apuntes se recorre la vida y la obra de Cervantes. Ahí están las primeras ediciones de casi todos sus libros, así como recuerdos de su vida de soldado, con su valerosa intervención en la batalla de Lepanto, "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros", según escribió Cervantes en el prólogo de la segunda parte de El Quijote.
Se exhiben en la Biblioteca Nacional, además, los seis retratos antiguos de Cervantes y grabados con su vera efigie. Todos son falsos, incluido el que preside el salón de actos de la Real Academia Española. Pero vale la pena contemplar en su conjunto el esfuerzo de los pintores para retratar a Cervantes conforme a la descripción que él hizo de sí mismo.
No quedan claras en la exposición las maniobras de Lope de Vega contra el autor de La Galatea. El gran poeta y asombroso dramaturgo estuvo detrás de El Quijote de Avellaneda, que produjo en Cervantes "el hámago y la náusea". Repugnancia, en fin, solo comparable a las jugarretas que le hizo el fraile Juan Blanco de Paz durante su cautiverio en Argel, hasta que el trinitario Juan Gil pagó los 500 escudos de oro que por su liberación exigían y pudo embarcarse con el creador de El Quijote en la nave que les trasladó a Denia. Pone, en fin, la exposición al descubierto las costumbres de las "Cervantas", hija y hermanas, ya que es sabido que "entran de noche y de día algunos caballeros... de que en ello hay escándalo y murmuración, y especialmente entre un Simón Méndez, portugués que es público y notorio que está amancebado con doña Isabel, hija del dicho Miguel de Cervantes". Junto al mito se desgranan las miserias de la vida porque, ni entonces ni ahora, nada nuevo hay bajo el sol.