Yénia Camacho es una escritora de sólida cultura, inteligencia despierta, permanente sentido de la realidad. Su libro De Orán y del regreso me ha emocionado. En él relata sus sentimientos de niña exiliada y su zozobra cuando llegó el momento del regreso familiar a España. Educada en francés, su vida transcurrió feliz en Orán, arropada por una familia unida y rodeada de amigas y compañeros que compartían los juegos infantiles con ella y con su hermano.
En 1957, la niña, de la mano del padre y de la madre, embarca en el Sidi Bel Abbes para cruzar el mar y arribar a Alicante. En España oprime la dictadura de Franco. Mandan, a las órdenes del dictador, los militares vencedores de la guerra incivil y los fascistas de Falange Española.
Yénia Camacho narra con minuciosidad su vida en Orán, los sueños familiares del regreso a España, su emoción al escuchar el chirrido entrecortado de la radio: "Aquí Radio España Independiente, estación pirenaica". De la mano de su abuelo, la niña aprende a hacer una birlocha para volarla en la fiesta de la Mona. La vida transcurre apacible en Orán pero los padres gestionan el regreso a España, a pesar de la incertidumbre que suponen sus ideas políticas.
El 18 de julio de 1957 están ya en su país y, desde Alicante, el tren les conduce hasta la estación de Atocha en Madrid. Tras un corto viaje al pueblo, la familia se instala en Lavapiés. La tía de la niña la lleva algunos domingos a merendar con sus antiguas compañeras de prisión. Las rejas de la cárcel estarán presentes durante largos años en los ojos de aquella niña que se integró en el nuevo colegio aunque su nombre sorprendía al no corresponder a ninguna santa.
El relato biográfico se extiende sin que decaiga un solo instante su interés. Sí, Yénia Camacho es la hija de Marcelino Camacho y Josefina Samper y ha vivido una de las más intensas experiencias personales, familiares y políticas de la España franquista y de la España democrática.
Su padre fue clave en la Transición. Si nos zafamos de las fantasías y los voluntarismos, cuatro hombres tenían la fuerza en la España posfranquista y a ellos corresponde el mérito de que la Transición a la democracia se hiciera sin traumas ni violencias: el Rey Juan Carlos I, que tenía la fuerza del Ejército; el cardenal Tarancón, que tenía la fuerza de la Iglesia; Marcelino Camacho, que tenía la fuerza obrera; y Felipe González, que tenía la fuerza de los votos.
Si Marcelino Camacho se llega a plantar, ordenando huelgas generales, la Transición no hubiera triunfado o no lo habría hecho en el clima de concordia y conciliación que presidió la vida española durante aquellos años claves en la moderna Historia de España.
Pues sí. La hija de Camacho ha publicado una autobiografía novelada que emociona por su sencillez y su grave acento de verdad. Ingeniera técnica química por la Universidad Politécnica de Madrid, es una excelente escritora que no precisa de la memoria de su padre para triunfar. Paso a la mujer que se abre paso, sin cuotas ni zarandajas. Yénia ha demostrado en el trabajo, en la profesión, en la política y en la literatura su robusta personalidad.
Marcelino Camacho se sentiría hoy orgulloso del libro que ha escrito su hija. Recordaré siempre al líder sindical en los años duros del franquismo. También cuando ya en la democracia se presentó una tarde en mi despacho del ABC verdadero porque quería dejar El País y escribir en el periódico que yo dirigía. Durante una década larga lo tuve a mi lado, publicando todos los meses. Se mantuvo en ABC escribiendo sus artículos con entera libertad, hasta que un día decidí yo aceptar una oferta irresistible del empresario mexicano Emilio Azcárraga y dejé el periódico al que había dedicado los mejores esfuerzos de mi vida profesional para incorporarme a la aventura de Televisa en el mundo.