Lecturas de verano, 2
Conocí a Ramón Ruiz Alonso y hablé largamente con él. Aquilino Morcillo completó aquellas conversaciones en su despacho del diario Ya. Aquilino era de Granada y trabajaba como subdirector del Ideal cuando se produjo el asesinato atroz de Federico García Lorca. No me contó toda la verdad de lo que él sabía pero una tarde en Saigón, en plena guerra de Vietnam, paseando por la antigua calle Catinat, que ya se llamaba Tu Do, Luis Calvo me completó la versión que tenía del crimen según Morcillo, en cuyo periódico trabajaba como tipógrafo Ruiz Alonso, el hombre que denunció al gobernador Valdés el refugio de Federico en casa de los Rosales. Trasladé la versión al inolvidado pintor José Caballero y culminó su “Pasión y muerte de Federico García Lorca” en 14 estaciones, 14 erizantes cuadros. Hablé largamente en su día con Carmen Rosales y mantuve amistad intensa con Luis. Fue el poeta el que me propuso un coloquio en ABC para aclarar las cosas. Al menos en lo posible. Lo tuve todo organizado pero a última hora se rajó Ruiz Alonso.
Así es que he leído con especial atención las 800 páginas de la investigación de Agustín Penón en 1955 que Marta Osorio ha tenido el acierto y la lucidez de publicar en una cuidada edición. Entre un millar de datos a cual más interesante, parece claro que los restos del poeta fueron trasladados por las autoridades franquistas, tal vez de acuerdo con la familia, y que no vale la pena seguir hurgando en la búsqueda de sus huesos, entre otras razones porque al poeta le hubiera horrorizado.
Entre los recuerdos más gratos de mi dilatada vida profesional se encuentra el almuerzo con Charles Chaplin, invitados por la Reina Victoria Eugenia, en Vieille Fontaine, su residencia en Lausana. Charlot estuvo sembrado aquel día. Impresionó a Don Juan, a mí me dejó asombrado e, incluso, provocó algunas risas en la Reina. La biografía del genio del cine que publica Edhasa, además de especialmente sagaz, está respaldada por el equipaje de un centenar de libros escritos sobre el director de Candilejas. Si hubiera que seleccionar los diez nombres más destacados en la cultura del siglo XX uno de ellos sería Charles Chaplin. Nuestro gran dramaturgo José López Rubio, académico de la Real Academia Española, compartió en Los Angeles con él cenas periódicas y conciertos de violín, acompañados por Albert Einstein. El autor de Celos del aire sentía una inacabable admiración por Chaplin. Le consideraba el genio del cine y el hombre más libre que había conocido. Su vida, desde los orígenes casi miserables, el despego de la familia y las humillaciones laborales hasta el éxito continuado y el Oscar a toda su carrera, constituye una peripecia apasionante, narrada por Peter Ackroyd con nervio y un cierto aliento de novela.
No sé si René Grousset será el mejor orientalista francés del siglo XX. Es, con diferencia, el que más he leído. Su capacidad para el análisis y, sobre todo, para la síntesis me parece admirable. Resultará muy difícil entender la significación de Asia, en la historia universal, sin contar con las investigaciones y las reflexiones de René Grousset. La editorial Acantilado publica ahora su biografía sobre Gengis Kan: El Conquistador del Mundo. ¿Construyó el emperador mongol el mayor imperio que ha conocido la Humanidad? Difícil responder a la vista de lo que significó el Imperio británico en el siglo XIX y la primera mitad del XX pero produce asombro la extensión de las conquistas de Gengis Kan que se adentraron al poco tiempo en Europa y que alcanzaron la India y el Oriente Medio tras arrasar China. En el poema-crónica más brillante de la literatura mongola, el Altan-tobtchi se escribe cuando el kan acababa de morir: “Como un halcón que retoza evolucionado alegremente en el cielo… como la tierna hierba arrancada por el huracán”.
Tu Fu es un poeta de lo social que escribió sus versos en el siglo VIII bajo la dinastía Tang. Guillermo Dañino ha publicado una edición bilingüe que, bajo el título Bosque de pinceles, arracima lo mejor del poeta chino que, al lado de Wang Wei y Li Po, ocupa lugar preferente en la época dorada de la poesía china. Junto a los bambúes manchados y las cítaras de las muchachas de Xiang, Tu Fu desgrana sus versos sociales y políticos.