Papell: "Villar Mir, personalidad universal"
Antonio Papell ha escrito una espléndida biografía de Juan Miguel Villar Mir, empresario de espaldas catedralicias, orejas indulgentes, andares de cirio pascual y voz gregoriana, la frente vigorosa y alerta, "donde flota un confeso aleteo de águilas". No sé si será verdad que el personaje biografiado, al preocuparse por un empleado que padecía de insomnio, afirmó piadosamente desde el cinismo: "No miente. Su insomnio es tan grave que ni siquiera se duerme durante las horas de oficina". Tal vez esta historia que cuentan no sea verdad porque Villar Mir, ni siquiera dentro de cien años cuando esté a punto de morir, se permitiría desvelar su pensamiento como sí hizo Lope: "Ahora que me muero voy a decirlo de una vez: Dante me pone enfermo".
Un gran periódico europeo robustece su cabecera con esta cita de Pierre-Augustin de Beaumarchais en Las bodas de Fígaro: Sans la liberté de blâmer, il n’est point d’éloge flatteur. Sin la libertad de criticar, ningún elogio tiene eficacia. Juan Miguel Villar Mir siempre ha sabido aceptar la crítica libre. Esa posición robustece, por cierto, la biografía escrita por Antonio Papell, que ha puesto, con total independencia, un espejo delante de la vida y la obra del gran ingeniero, del empresario que no cede ni en prestigio ni en éxito ante los más grandes de nuestra historia contemporánea: Xifré, Salamanca, March, Guadalhorce, Botín, Areces, Barreiros, Fainé, Amancio Ortega… Preocupado siempre por innovar, desde la renovación de los puertos a la reforma fiscal de 1976, desde la audacia tecnológica en la empresa hasta la acción social generosa, Villar Mir es el Midas del triunfo y ha convertido en éxito todo cuanto ha tocado.
En medio del materialismo feroz de la época que le ha correspondido vivir, lo que distingue al empresario es su intensa vida espiritual, su religiosidad sin aspavientos, su permanente dedicación a la familia. Sobre esos valores esenciales, el ingeniero ha sabido construir un imperio en el que medio centenar de empresas internacionales han dado trabajo a muchos millares de mujeres y de hombres y han robustecido la imagen de España en el mundo. Desde hace cincuenta años, Villar Mir es uno de los líderes destacados de la actividad empresarial española. Incluso sus detractores, que los tiene y son en ocasiones despiadados e implacables, reconocen su visión empresarial, su capacidad de trabajo, su audacia emprendedora.
Antonio Papell recorre minuciosamente en este libro, la actividad del biografiado, su formación en el colegio del Pilar, sus estudios universitarios, siempre el número uno sin alardes y sin molestar, su larga docencia en las alturas, sus incontables premios, sus discursos de ingreso en diversas Academias, sus condecoraciones, sus fundaciones, sobre todo la Villar Mir, que presta especial atención al mundo de la cultura más relevante de Europa.
Villar Mir es moderado y prudente, flexible y negociador, implacable e impávido. Es el español más inteligente de su generación. Es profundamente espiritual, siempre discreto, siempre amigo de la concordia y la conciliación. Es la devoción por la familia, la solidez del hogar. Es a veces de hierro, a veces de seda. Es severo consigo mismo, exigente hasta la médula, inexorable en el juicio, erizante en el trabajo nuestro de cada día. Es la amabilidad con los débiles, la mano tendida en apoyo de los desfavorecidos. Es la fortaleza ante los prepotentes y podría decirse de él con Manrique, "qué amigo de sus amigos, qué señor para criados y parientes, qué enemigo de enemigos… cuán benigno a los subjectos y a los bravos y dañosos un león". Es, en fin, el jurista riguroso, el catedrático sabio. Es el empresario que todo lo abarca, el anticipador del mundo digital. Es el hombre público que entiende la política como atención al interés general. Es la lealtad sin fisuras al Rey. Es el enamorado de España. Así es, en fin, Juan Miguel Villar Mir. El que le conoce lo sabe.
Todos estos párrafos pertenecen al prólogo que escribí para el libro de Antonio Papell, Juan Miguel Villar Mir, personalidad universal. Dejo a los cicateros de turno que subrayen los defectos del gran ingeniero. Seguramente los tendrá, como los tenemos todos. Pero el balance que de su vida y su obra ha hecho Papell me parece certero.