García-Margallo. Memorias heterodoxas desde el extremo centro
José Manuel García-Margallo siempre ha representado la ecuanimidad, la moderación, la firmeza ideológica, la pasión por la libertad. Estuvo contra Franco y al lado de Don Juan III. Se instaló en el centro político y es un liberal que ha defendido sus posiciones independientes, contribuyendo a que las cinco flechas simbólicas retornaran al carcaj de la Historia.
Memorias heterodoxas es un libro de recuerdos que recorre minuciosamente desde los primeros pasos de la Transición hasta los aciertos económicos de Mariano Rajoy y sus errores políticos, sobre todo con relación a Cataluña. García-Margallo ha estado siempre entre los bastidores del poder, salvo tal vez cuando marchó a Europa para representar a su partido en el Parlamento continental.
La política devora a los hombres y a las mujeres. El rosario de nombres que desfilan por el libro nada significan ya, salvo alguna excepción, para las nuevas generaciones. Margallo subrayó agudamente cómo Adolfo Suárez pasó de ser la solución a convertirse en un problema. “O el personaje cambia de estilo o se cambia al personaje”, le dijo Miguel Herrero. El autor relata la última reunión, tal vez, de Suárez con sus fontaneros. El presidente sabía que no ganaría una nueva moción de censura y que resultaría derrotado por los votos de diputados de UCD. Por eso dimitió. No porque intuyera el 23-F.
La descomposición de UCD, el artificio del CDS suarista, los errores de Calvo-Sotelo, las manos funerarias de Lavilla condujeron a la apabullante victoria de Felipe González. La sociedad española “se entregó, de un modo tan apasionado como ingenuo” a la que puede calificarse como “su, por ahora, última gran ilusión política”. González aplastó a Calvo-Sotelo que, “protagonizó uno de los escasos ejemplos de la historia de la democracia –si es que hay alguno más– en que el presidente del Gobierno que convoca las elecciones no sale elegido ni siquiera diputado”.
En busca del centro perdido, Margallo y los que como él pensaban impulsaron la consolidación de una agrupación política que, manejada por Fraga, eligió el 4 de septiembre de 1989 a José María Aznar como candidato a la Presidencia del Gobierno. Margallo transitó en España y en Europa por aquellos caminos pedregosos, hasta que se produjo el triunfo de Aznar sobre González y, después, el sorprendente éxito de Rodríguez Zapatero. El autor de estas memorias desmenuza el zapaterismo y a su líder de forma sagaz y certera.
Al margen siempre de la familia de las gallináceas llega la época de máximo esplendor para José Manuel García-Margallo, que se incorpora al Gobierno para convertirse en un excelente ministro de Asuntos Exteriores. Supo dirigir al mundo una vasta mirada, entender los problemas internacionales de su época e instalar a España en el lugar que le correspondía, incluso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En los primeros cuatro años, Margallo recorrió más de 800.000 kilómetros, consumiendo mil horas de vuelo. Fue un ministro de Asuntos Exteriores siempre en la brecha.
Zarandeados todos por la crisis económica, el ministro apoyó al presidente Mariano Rajoy en sus arriesgadas medidas económicas y laborales que constituyeron un gran éxito. Discrepó de él en la reforma de la Constitución. Rajoy se mostró siempre hostil a emprenderla. Pero, sobre todo, lo que apartó a Margallo del presidente fue la política asnal de Rajoy en Cataluña, que desencadenó no todo, pero sí una parte sustancial de lo que ha ocurrido después. La gran formación histórica del autor del libro avalaba su idea del tratamiento que la crisis catalana exigía. “El apaciguamiento –escribe Margallo– no había servido para nada. Nunca sirve para nada. El único pecado que no se perdona en política es no mandar”.
Una obra, en fin, las Memorias de José Manuel García-Margallo, escritas con sencillez, sin presunciones y con grave acento de verdad. El lector que quiera tener una idea cabal de lo que ha ocurrido en España en los últimos cincuenta años encontrará en estas Memorias heterodoxas un camino que es imprescindible transitar y más ahora cuando empiezan a madurar de nuevo las uvas de la ira.