José Manuel Lucía está considerado hoy como el primero de los cervantistas españoles. Su obra sobre el autor del Quijote es ingente. Además de una insuperable biografía, José Manuel Lucía Megías ha dedicado incontables ensayos sagaces al estudio de la literatura cervantina. La ausencia de presunción de José Manuel Lucía, su sencillez de trato, su dedicación incansable a la investigación, su flexibilidad para aceptarlos argumentos ajenos, le han convertido en uno de los intelectuales más admirados de la República de las Letras.
Con la colaboración de Justo Fernández Bargues, coleccionista tenaz de Quijotes, José Manuel Lucía acaba de publicar un libro casi definitivo por su rigor científico y su exhaustivo trabajo de investigación. Se titula Manual del coleccionista de Quijotes. En él analiza o comenta 586 ediciones relevantes de la novela cervantina, aunque se centra en las 100 que considera imprescindibles. En mi opinión, ha acertado plenamente en la selección. Al desmenuzar la gran edición de 1780 de la Real Academia Española, a cargo de Joaquín Ibarra, impresor de cámara de Su Majestad el Rey, aporta un dato del que suele hablarse sin precisión. En 1777, Francisco de Goya entregó a la Academia un dibujo sobre la Aventura del rebuzno, grabado por Joaquín Fabregat. Cuando el 11 de abril de 1778 fue presentado el dibujo de Goya a la Academia, se decidió no incorporarlo a la edición de 1780. Los académicos eligieron las ilustraciones de Carnicero, Barranco, Ferro, Brunete y Gil, y desecharon ¡la de Francisco de Goya! Claro que el Goya de 1777 carecía de la dimensión que el tiempo ha dado a uno de los grandes genios de la pintura universal.
Entrelos análisis de las primeras ediciones internacionales, resulta interesante la que Blount imprimió en Londres en 1612 y completó con la segunda parte en 1620. “Se han visto en venta –escribe José Manuel Lucía– al menos siete ejemplares en los últimos diez años, casi siempre haciendo juego con un ejemplar de la primera edición inglesa de la segunda parte”.
Tal vez lo más suculento del libro sea el minucioso relato sobre las cinco ediciones de 1605: las dos de Madrid, las dos de Lisboa y la de Valencia. Mantuve en Estoril largas conversaciones sobre Cervantes y su mundo con Martín de Riquer, tras las reuniones del Consejo Privado de Don Juan III. No coincidía el gran cervantista con la versión del hijo bibliógrafo de Hartzenbusch, muy semejante a la actual de José Manuel Lucía. Consideraba la edición de Madrid como única. Cuando llegaron los privilegios para Castilla, Aragón y Portugal, mientras se imprimían las capillas en pliegos de a cuatro, Francisco de Robles, de acuerdo probablemente con Cervantes, decidió incorporarlos a la portada. El autor aprovechó para incluir el pasaje del robo del rucio e introducir numerosas correcciones que superaron errores y erratas. Cervantes, que cuidaba sus textos hasta la última coma, debió sufrir mucho con los descuidos de la primera impresión. De la príncipe solo quedan, según José Manuel Lucía, 26 ejemplares; de la prolongación de esa edición con los nuevos privilegios y las correcciones, tal vez se supere el centenar. El precio del último ejemplar vendido de esta edición rozó los 300.000 euros.
Martín de Riquer había analizado cada página, teniendo en cuenta que la composición en aquella época se hacía manualmente, cada letra, una matriz, que se extraía de las cajas del chibalete, atendiendo al tamaño de los cuerpos exigidos para distribuirlos posteriormente, al deshacer las planchas, en sus mismos lugares. La máquina prensa, cuya reproducción exacta se encuentra hoy en la Sociedad Cervantina, en el mismo lugar donde se imprimió el Quijote en 1605, trabajaba con pliegos de ocho páginas, cuatro por el blanco y cuatro por la retiración, en cuarto conjugado. No es que tengan demasiada importancia las discrepancias sobre la edición primera del Quijote, que tal vez se prolongó tras la interrupción para añadir privilegios y correcciones, que quizá fue una auténtica segunda edición. Antonio Palau y Dulceta firma sobre esta última que “el texto es más correcto y completo. Tiene el mismo número de hojas y conserva igual aprecio comercial. Es la que ha servido de modelo a casi todas las ediciones sucesivas”.