O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Pero si se está con la libertad de expresión, cimiento de la democracia pluralista plena, hay que hacerlo con todas sus consecuencias. El periodista no es un ciudadano impune. Si delinque, debe pagar su culpa dentro del ordenamiento jurídico. Pero los periódicos impresos, hablados, audiovisuales o digitales no delinquen. Cerrarlos es una atrocidad que fractura la libertad de expresión en su misma raíz. Un juez puede procesar a cuantos periodistas o gestores de un medio entienda que están cometiendo delitos. No puede, no debe cerrar el periódico.
Todo esto lo escribí cuando los jueces clausuraron Egin, lo reiteré cuando Egunkaria o Ardi Beltza fueron víctimas de la misma tropelía. No hace falta que afirme mi discrepancia política con las posiciones de estas publicaciones vascas, pero a lo largo de mi dilatada vida profesional nunca he callado cuando se lesiona la libertad de expresión, nunca callaré.
Los periodistas suben la piedra de la actualidad hasta la cumbre de su publicación todos los días. Cuando vuelven a la redacción la jornada siguiente, el pedrusco ha regresado a su lugar de descanso y es necesario empezar de nuevo. Harkaitz Cano ha escrito una obra teatral, instalada en la última vanguardia, que invita a una profunda reflexión sobre el ser del periodismo. Algunos le han obsequiado con agrias palabras ofidias. Inútilmente. La crítica independiente elogiará su excelente tragicomedia. El público la respaldará con su aplauso. Sobre una arquitectura teatral impecable, con una escenografía innovadora de Ikerne Giménez, en Los papeles de Sísifo, que se representa en el teatro María Guerrero, destaca la dirección de Fernando Bernués. Excepcional trabajo el suyo al mover una docena de personajes sobre espacios diferentes, a veces contrapuestos, que se esfuerzan en la interpretación bajo un certero juego de luces a cargo de David Bernués. La música sorprende por su intensidad y la transmite a ráfagas Ikerne Giménez tocando una guitarra eléctrica. Adecuado, en fin, el vestuario de Ana Turrillas. Lo de menos en Los papeles de Sísifo, siendo muy importante, es el mensaje de la obra; lo de más es el predominio del teatro, el espejo puesto delante de la sociedad que vivimos.
La interpretación coral, a veces desigual, resulta convincente y desprende credibilidad. Sobresalientes Anjel Alkain y Marcos Marín, eficaces todos, Mireia Gabilondo, Olaia Gil, Asier Hernández, Asier Hormaza, Xabi López, Mikel Losada, Iñaki Rikarte, Alexandru Stanciu y Dorleta Urretabizkaia. El periodismo, en fin, a escena. El periodismo en escena. Con una frase final lúcida que pronuncia Txano: “No existe ninguna historia que no se pueda contar en el primer párrafo”. Y el teatro verdadero que conmociona a los espectadores y tiembla en el escenario. Los papeles de Sísifo tiene algunos defectos. Dejo a la crítica especializada que los subraye. A mí me hizo disfrutar y me trajo a la memoria las palabras de Don Quijote a las actrices y a los actores de la compañía de Angulo el Malo que le permitió al caballero de la triste figura la peripecia de la carreta de “Las Cortes de la Muerte” “… y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho, que lo haré con buen ánimo y buen talante, porque desde muchacho fui aficionado a la carátula y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula”. El teatro, en la Edad Digital, sigue siendo como en tiempos de Esquilo, como en el esplendor de Shakespeare, “el compendio y breve crónica de los tiempos”.