Al tomar la palabra por primera vez en el Congreso de los Diputados, durante la II República, la izquierda impidió hablar a Pedro Sainz Rodríguez, rugiendo desde los escaños: “Asambleísta, asambleísta”. A lo que Don Pedro contestaba, increpando en el mismo tono: “Cabrones, cabrones”. Al contar este pasaje parlamentario durante su exilio en Lisboa, que se prolongó más de treinta años, el académico de la Real Academia Española, exministro de Educación, consejero áulico de Don Juan III, añadía: “En la Asamblea de Primo de Rivera, estaban muchos de los intelectuales y científicos más relevantes de España, entre ellos Blas Cabrera”.
Director casi cuarenta años del Laboratorio de Investigación Física, amigo de Albert Einstein, de Ramón y Cajal, de Julio Palacios, de Arturo Duperier, Blas Cabrera murió en México, tras un desgarrado exilio. José Manuel Sánchez Ron, que es uno de los científicos más relevantes de la España actual y el gran historiador de la ciencia, ha publicado un libro, Blas Cabrera, científico español y universal (Catarata), en el que se condensa la vida y la obra del autor de ¿Qué es la electricidad?. Siendo yo muy joven, Luis Calvo me presentó en su despacho de ABC a Arturo Duperier. Por primera vez escuché hablar de Blas Cabrera. En largos paseos por la avenida marítima de Estoril, Julio Palacios, miembro del Consejo Privado de Don Juan, me reiteró su admiración por la obra de Blas Cabrera, destacando su relación con Albert Einstein y sus estudios científicos sobre la electricidad, el magnetismo y el átomo. “Es un orgullo para España contar con un científico de la envergadura de Blas Cabrera”, me dijo en más de una ocasión Julio Palacios, que padecía también exilio, expulsado de España por el dictador Franco.
Sánchez Ron explica cómo Blas Cabrera participó a propuesta de Einstein y M. Curie en los famosos Consejos de Solvay. Me sorprende que, según Sánchez Ron, Ramón Menéndez Pidal recomendara en 1928 al ministro de Instrucción Pública para que Blas Cabrera, con la colaboración de Julio Palacios, realizara estudios sobre la aplicación de los rayos Roentgen. Reproduce el autor del libro una carta de Ortega y Gasset a Blas Cabrera. Demuestra la importancia que el gran filósofo, primera inteligencia del siglo XX español, otorgaba a la ciencia como expresión esencial de la cultura. Y se extiende Sánchez Ron, con su escritura clara y sencilla, en explicar la participación de Blas Cabrera en la Asamblea del dictador Primo de Rivera donde figuraban Fernando de los Ríos, Ramiro de Maeztu, Pedro Sainz Rodríguez, Leonardo Torres Quevedo y científicos como Bermejo, Odón, Ascarza, Rocasolano o Terrade.
Y un recuerdo final. Sánchez Ron publicó, al alborear el siglo XXI, Viva la ciencia, una obra que era una delicia ilustrada por Antonio Mingote, humorista, académico de la Real Academia Española, autor de uno de los diez libros grandes del siglo XX, Hombre solo. Pierre de Fermat escribió en 1637 en el margen de un libro de Diofanto un teorema que solo se ha tardado 358 años en descifrar. Andrew Wiles, alentado por el trabajo de Ken Ribet, fue el autor de la hazaña en 1995. Mingote y Sánchez Ron se refirieron con humor a este singular pasaje. Insistieron ambos, desde ángulos muy distintos, en el apoyo a la ciencia como expresión cultural. Coincidían Mingote y Sánchez Ron en la admiración por Blas Cabrera, científico español y universal, al que el gran historiador de la ciencia ha dedicado el libro que abre hoy El Cultural.
Extraordinario libro, por cierto, el de este catedrático y excelente escritor que es José Manuel Sánchez Ron, al que Cervantes hubiera respaldado con la frase liminar de Trabajos de Persiles y Sigismunda: “Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no la sabe”