Ya es una realidad: el diseño ha ganado a lo práctico
Opinión: El diseño ha ganado a lo práctico. Menos batería pero dispositivos más llamativos, menos gruesos y con funciones orientadas a vender.
10 junio, 2016 18:21La lucha ha sido tan cruenta como un enfrentamiento entre Roca Casterly y Aguasdulces. Y también fueron notables las bajas, acumuladas en los arcenes del camino que nos condujo hasta la actualidad en el terreno fértil de los móviles. Diseñadores vs ingenieros, un combate a muerte que fueron ganando los primeros en base a que los segundos redoblaron sus esfuerzos para adaptarse al campo de batalla. Pero entonces llegamos nosotros, los usuarios, y nos preguntamos: ¿merece la pena tener móviles tan finos y bien diseñados?
No es algo que hayamos visto ayer mismo, aunque sí es cierto que el tema parte de una noticia del jueves. Pero profundicemos un poco más antes de comentarla: ¿por qué esa manía de hacer los smartphones más y más finos con unos materiales que tienden a ser poco cómodos en cuanto se fuerzan las líneas de diseño? Son bonitos, sí, pero muchos pondríamos en duda lo de ser prácticos.
Móviles a dieta con cada vez más prestaciones
Está claro que a nadie le gusta tener un bloque de plástico como smartphone y con menos atractivo que un payaso de peluche, por lo que todos los fabricantes se esfuerzan en que sus móviles entren primero por los ojos: al dueño de un buen smartphone le gusta enseñarlo, por más que después lo use dentro de una funda con forma de payaso. Así que la tendencia hace tiempo que está establecida: móviles finos, pantallas grandes, bordes y cristal suaves, esquinas redondeadas. Y precios altos, claro.
Si se quiere un diseño fino hay que sacrificarse: en la cartera y en prestaciones clave
Los móviles han de ser manejables y no muy gruesos porque, no lo olvidemos, se agarran constantemente y lo último que alguien querría es que su smartphone se sintiese pesado y torpe. Pero claro, ese alguien tampoco desea que se obvien las prestaciones de último modelo porque lo querrá con buena pantalla, con un procesador tan rápido como un fórmula 1 alimentado con óxido nitroso, también querrá más conexiones que una central telefónica y una batería que le dure varios días. Ay, qué risa la batería.
Los diseñadores todavía no ganaron la guerra contra los ingenieros: por más que impongan su criterio en el exterior del móvil y en sus dimensiones, a los amantes de las líneas arriesgadas les gustaría que sus productos fuesen todavía más delgados. Y aquí topan con el mayor problema de los ingenieros: las baterías siguen teniendo un exceso de limitaciones.
Más y más delgados hasta un límite, que están las baterías y otros componentes que no se pueden reducir. Uno de esos componentes es el conector de auriculares, el mítico jack de 3,5 mm. Ya sabéis la polémica por esta salida/entrada: se escuchaban rumores de que Apple pensaba eliminarlo de sus iPhones para hacerlos aún más delgados. Y ya veis, le ha tomado el sitio Moto (con permiso de LeTV u Oppo con su R5). ¿Compensa el cambio?
Lo que parece imprescindible puede no serlo. Para el diseñador…
La reducción en la capacidad de las baterías sólo para hacer más finos los smartphones es una lucha que, igual que los ingenieros, perdimos los usuarios. Vale, los procesadores se diseñan para economizar, el software evoluciona para no gastar en exceso y, como no queda otro remedio, el dueño del smartphone ha de actuar en idéntica línea si desea llegar al final de la jornada. No es de recibo, pero qué bonitos que son.
El usuario se acaba acostumbrando a los inconvenientes de sus dispositivos
Cuando creíamos que se llegaba al límite de la delgadez, van y nos eliminan un elemento imprescindible de cualquier aparato que emita sonido (que no siempre han tenido los móviles, también hay que recordarlo). Quizá parezca tan arcaico como un reloj de arena, pero la conexión de auriculares es la única que nos garantiza la opción de utilizar la mayoría de ellos sin necesidad de comprar ningún accesorio extra. Además de que es mucho más cómodo enchufar directamente el jack que tener un añadido al móvil.
Acostumbrémonos porque esto no tiene vuelta atrás: dentro de poco todos los móviles (al menos los de alta gama que basan su precio en el diseño y materiales) vendrán sin salida de auriculares porque utilizarán el conector de carga para distribuir el audio (y también derivarán al Bluetooth). Desde mi punto de vista es una mala elección, y expongo mi planteamiento con los siguientes puntos:
- Por más que se pueda utilizar un adaptador, la compatibilidad con los actuales auriculares se pierde.
- No se puede cargar el móvil mientras se escucha música con los auriculares (a falta de un adaptador que, además del jack, tenga su propio puerto USB tipo C).
- Llevar un adaptador implica acarrear con un accesorio que, además de perderse, se puede olvidar en casa.
- El jack no sacrifica tanto grosor por más que el conector deba adaptarse dentro del móvil al espacio que deja la pantalla, carcasa y resto de componentes.
- Soy una animal de costumbres y me gusta tener jack de 3,5 mm en el móvil.
Hay otras maneras de escuchar música aparte de usar el famoso conector, pero no por ello se han de restringir las clásicas sólo por una opción de diseño. Y más cuando el cambio tampoco aporta una clara ventaja. ¿Móviles más delgados? ¿Para qué? ¿Alguien nota la diferencia con uno o dos milímetros de menos?
A menudo los diseñadores no solucionan problemas, los crean
A todos nos gusta que nuestro móvil sea bonito. Y por bonito se entiende que el dispositivo no despierte burlas al sacarlo para hacerle una foto al café. Pero seamos sinceros: la delgadez no es un atributo tan deseable cuando se prescinde de partes tan primordiales como lo son la batería o el jack de 3,5 mm. Y la cámara, que eso tiene historia: ¿por qué sacar la lente fuera del cuerpo si tampoco es tan feo un móvil con un milímetro más?
No sé vosotros, pero yo aprecio una tendencia por destacar más que por complacer. Los fabricantes intentan destacar sobre las otras marcas sin complacer a aquellos que realmente lo merecen: sus usuarios. Estos tendrán que acostumbrarse, porque «qué remedio». Pero podría no ser así: ¿y si nos rebelamos contra los diseñadores y ponemos nuestro apoyo en los ingenieros?