El base argentino llegó al Real Madrid como un proyecto bien encaminado y se convirtió en uno de los mejores de Europa. Hoy, su cambio de rumbo puede arrastrar consigo la suerte del equipo, privado de una pieza decisiva de los últimos tiempos y sin que los relevos se atisben en el horizonte. La fiesta de Facundo Campazzo son las tribulaciones de la directiva blanca.
El Madrid siempre tuvo grandes bases que conectaron con los entrenadores para enlazar épocas de gloria. Vicente Ramos y Carmelo Cabrera con Ferrándiz, Corbalán con Lolo Sainz, y los recientes y bien conocidos con Pablo Laso. Además, con enorme previsión, el relevo se fue trabajando con paciencia y tino, con un servidor como eslabón de la cadena, y disculpen la auto cita.
Y así seguíamos hasta hoy. Porque con la marcha de Campazzo nos quedamos sin engranaje con el entrenador, sin base titular y sin el futuro llegando, pues del cuarteto mágico que se retroalimentó – Llull, el Chacho, Doncic y el Facu- sólo el primero permanece, aunque ya con tendencia a escorarse a la posición de escolta, más propia para la evolución de su juego tras la grave lesión que padeció.
Otro factor que juega en contra del éxito de la operación que pueda estar cavilando el club, deriva de que el argentino se volvió más imprescindible que ningún otro jugador -con el permiso de Tavares-, sin duda debido a la evolución del resto de la plantilla y al cambio de estilo del equipo. Desde que emergió Doncic, el juego coral del comienzo de la era Laso se resintió en favor de las individualidades, más acentuadamente con Campazzo.
Y así ha sido incluso esta temporada, en la que no se ha alterado su papel, aun y cuando su marcha era esperada. Las opciones para sanar la brecha no son demasiadas, pues los responsables blancos ya intentaron captar a alguno de los bases estrellas en el continente, pero el Madrid ahora mismo no puede competir en salarios con determinados equipos.
Una opción sería moverse con agilidad entre los descartes de la NBA. Quizás quede suelto algún jugador más propio para estos lares, si bien la adaptación a este Madrid que juega de memoria llevaría su tiempo, y más en la posición de base. Es el que más influencia tiene sobre el juego global y el de cada jugador, y, en la actualidad, el balón pasa con mucha frecuencia por sus manos.
Teniendo lo dicho en cuenta, y que está pendiente la contratación de un 'cinco' que auxilie a Tavares en su tarea, Alocén se convierte en una apuesta de peso. Un proyecto notable que ya rindió a gran nivel la temporada pasada y quién sabe si en unos meses será el jugador buscado. Por qué no incluso esta temporada, tal vez la que viene, pero en cualquier caso, el joven tiene calidad y físico para merecer una oportunidad de largo recorrido, como han de ser las oportunidades. Y más viendo el gran resultado que está dando Abalde, mejorando lo que hacía en Valencia. Los buenos jugadores de equipo rinden más cuanto mejor son sus compañeros
La última bala en la recámara de Laso es la que ha utilizado en situaciones anteriores. Introducir matices en el orden táctico para transformar el equipo en otro más propio de los jugadores que quedarán. Campazzo acaparaba el balón incluso en exceso, y quizás podamos ver ahora un juego con más pases y la vuelta de defensas presionantes tan habituales en los primeros tiempos de Laso.
El Madrid está condenado a perder jugadores en favor de la NBA. Los hechos muestran hasta qué punto la exigencia y la calidad de la plantilla se acerca a la de la liga estadounidense, aunque el consuelo teórico no aplaca la áspera realidad. Quizás se presenta el mayor contratiempo de la era Sánchez-Laso, que lo vieron venir sin que pudieran darle solución por falta de medios. Ahora hay que maniobrar de nuevo y por su brillantísima e indiscutible trayectoria merecen un margen de confianza -¡también!- de largo recorrido.