El Real Madrid salió del Camp Nou con una sonrisa renovada a pesar del empate a cero. Los blancos llevaban muchos años sin mostrar una imagen tan positiva en una cita contra su máximo rival; dominando sin tregua el partido y arrinconando al Barcelona contra su propia portería. Una noche de la que Zinedine Zidane salió muy reforzado, ya que ha conseguido dar un lavado de cara al equipo en apenas unas semanas.
El técnico francés ha atravesado momentos muy complicados desde que llegó al Santiago Bernabéu en el mes de marzo. Su flamante nuevo proyecto hizo aguas en la recta final de la temporada, sin conseguir dar con la tecla que afianzara un estilo de juego claro y dominante en el equipo.
La 2019/2020 también ha tenido altibajos, con Zidane salvando un match ball en Estambul contra el Galatasaray para mantener su puesto tras la derrota en Mallorca con la que el Real Madrid tocó fondo. Sin embargo, el galo ha sabido levantar al equipo y asentarse en el banquillo con paciencia y seguridad. En El Clásico se pudo ver la transformación del juego de los blancos.
Presión alta para arrinconar
La mayor virtud del Real Madrid durante el partido contra el Barcelona, al menos en lo que respecta al tablero táctico, fue la recuperación de la presión alta. Los blancos volvieron a hacer gala de esta herramienta, convertida en arma certera y letal, para someter a los azulgranas ante su público.
Desde el primer minuto de juego los jugadores del Real Madrid brillaron en el trabajo sin balón. Era habitual ver a Bale, Benzema, Isco y Fede Valverde presionando muy arriba; arropados por Casemiro y Kroos para cubrir todos los huecos que podían tornarse como debilidades. Algo que se demuestra con las estadísticas: Zidane consiguió que sus futbolistas jugaran el 60% del tiempo en campo rival.
Posesión y dominio del pase
Cuando Zidane llegó al cargo en esta segunda etapa su idea era confeccionar un proyecto deportivo atractivo, en el que la idea de juego girara en torno a la posesión de balón. Dicho y hecho, debió pensar el técnico en el banquillo del Camp Nou este miércoles, ya que el Madrid consiguió llevar la batuta del juego contra el Barcelona.
Los de Ernesto Valverde utilizaron la posesión de forma inerte, con pases horizontales sin profundidad, para descansar en diferentes fases del juego. Sin embargo, los blancos la utilizaron de forma efectiva. Los balones al espacio y las combinaciones en tres cuartos de campo estuvieron a la orden del día en el Madrid, algo que Zidane siempre había buscado conseguir.
Protagonismo del centro del campo
En esta línea aparece la importancia de los centrocampistas en el actual Real Madrid. Al margen de que el técnico francés ha conseguido crear una medular variada, entremezclando jugadores creativos y futbolistas físicos, la clave de El Clásico estuvo en la potencia de Casemiro y Fede Valverde.
Ambos jugadores realizaron un despliegue físico importante, sosteniendo al equipo en los (escasos) momentos de vulnerabilidad que se dieron durante el partido. Pero además también tuvieron tiempo, al margen de recuperaciones, de sumarse al ataque durante el partido.
Potencia desde segunda línea
A pesar de que Benzema volvió a disfrazarse de mago-ejecutor para combinar y finalizar jugadas, el '9' del Real Madrid se camufló discretamente en ataque para dar protagonismo a la segunda línea del Real Madrid; aquella formada por defensas y centrocampistas.
Jugadores como Mendy y Carvajal fueron habituales en ataque, donde el Real Madrid brilló por las bandas a través de centros. De hecho, consiguió 24 más que el Barcelona (8-32). Algo similar a los disparos, donde los madridistas firmaron ocho más que sus rivales (9-17). Una faceta en la que jugadores como Fede Valverde ganaron protagonismo desde media distancia.
Vuelta a la intensidad
Pero por encima de todo, si hay algo que Zidane ha echado en falta en el Real Madrid durante los últimos meses era la intensidad. La tónica habitual de las ruedas de prensa del galo este año era exigir mayor implicación a sus jugadores, sobre todo cuando el equipo mostraba dudas en el terreno de juego y se resquebrajar como la hojarasca durante los partidos.
Su objetivo le ha costado más que un quebradero de cabeza, pero finalmente ha conseguido crear un equipo compacto, sin fisuras en todas sus líneas y con capacidad para vaciarse físicamente durante los partidos. Virtudes que se vieron en la plantilla del Real Madrid durante El Clásico contra el Barça, asfixiando a los hombres de Ernesto Valverde los 90 minutos.
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