Cuando calienta el sol... ¿se calienta todo lo demás?
¡Y vaya que caliente, caliente...! a todos los niveles porque el verano y el sol nos ponen al límite. La necesidad y práctica de sexo se eleva bastante en esta época.
El sol influye realmente en el aumento de la secreción de ciertas hormonas que nos predisponen a querer tener sexo con más frecuencia y, si cabe, con más intensidad de lo habitual; son sobre todo la testosterona, que en los hombres es la que dicta el deseo, la oxitocina, que es la hormona del amor, la que nos empuja al acercamiento, a abrazar, a besar…, a la sensibilidad. La serotonina también aumenta con la luz y se encarga de que estemos más contentos. Las endorfinas son geniales porque crean una sensación de placer inespecífico que nos engancha para repetir, y aunque parezca mentira también el sudor, que se encarga de mandarnos feromonas. Entendamos por supuesto que es el que se produce naturalmente, aun habiendo una higiene habitual a diario, porque de lo contrario tendría un efecto devastador.
¡Madre mía! ¡Cómo nos manipula el sol! Somos fisiología, pero menos mal que también psicología para poner “orden” a nuestra conducta.
El sábado lo comentaba en Onda Cero en el programa de Javier Ruiz “En marcha”: En verano hay más interacciones sociales, conocemos a más gente, hay más sitios de ocio en la calle, terrazas, más consumo de alcohol que nos desinhibe, menos ropa, se enseña más y esto al fin y al cabo también crea una estimulación visual y quizás hasta fantasías. Las personas solteras en general tienen más sexo y las parejas, tanto nuevas como las que tienen buena relación, también aumentan sus momentos de sexo. En las parejas que llevan poco tiempo, el sexo en general es pasional, no se cansan, lo dan todo, están más receptivos a más variedad de prácticas y… bueno, están enamorados.
Para las parejas estables con buena relación, el verano sirve para que tengan más comunicación, compartan más actividades gratificantes y, por supuesto, tengan más sexo y de más calidad. ¿Por qué de calidad? Porque al disponer de más tiempo, menos estrés; el estar más tiempo juntos y saber lo que le gusta al uno y al otro, la práctica sexual les une aún más. Es un momento excepcional para sentirse más queridos y deseados, para expresar nuevas ideas, fantasías, para quererse de arriba a abajo.
Estas parejas después del verano se ven fortalecidas. Al haber amor hay deseos de estar con el otro más y más tiempo, cosa que es más difícil durante el resto del año, sobre todo por el trabajo. ¿Y cuál es la práctica más buscada? Tener sexo en el mar y en la piscina. El agua crea sensaciones distintas, caricias extras. Pero cuidado con las parejas no estables porque aquí el uso del preservativo, que es fundamental, no es posible. Cuidado con algunos calentones que llevan a las prácticas sin cabeza, sin preservativo. Las enfermedades de transmisión sexual están ahí para todo el mundo y en tan solo un coito ya te has contagiado. Chicas, sobre todo, que nosotras no notamos la diferencia con o sin preservativo y nos jugamos mucho más que ellos ¡Preservativo siempre!
El verano también da la opción de hacer el amor al aire libre en una terraza, en el césped, donde te apetezca y siempre aprovechando para percibir las sensaciones que aportan estas situaciones. Para quienes nunca lo hayáis probado, os animo a experimentar cómo se multiplican todos los estímulos de ese momento de amor con tu pareja, caricias y besos que si ya los sentíais bonitos, ahora son indescriptibles, para repetirlos una y otra vez... ¡en verano! Y las hormonas, mientras, haciendo estragos, ¡por suerte!
Ana M. Ángel Esteban. Psicóloga Clínica, Sexóloga.
Clínica del Rosario. Toledo. 615224680
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