En poco menos de un mes ha pasado uno de tener dos amigos de los convencionales, de esos que andan por la calle y que de vez en cuando disfruta con ellos, a tenerlos, además, puestos en el callejero de Talavera, con lo que eso conlleva. No hay vez que pase por la rotonda que el otro día dedicó el Ayuntamiento que preside José Julián Gregorio a mi amigo Manolo Cerdán que no levante la mano y diga "¡Viva Manolo!". Así que ahora se le acumula a uno el trabajo protocolario, porque la rotonda de mi amigo Ángel Ballesteros está a continuación de la de mi amigo Manolo y no es cosa de saludar a uno con un viva y dejar al otro sin el correspondiente saludo.

Que le pongan calles, plazas o rotondas a los amigos tiene una parte muy positiva, por encima de cualquier otra consideración, porque uno siempre ha sido partidario de hacer los homenajes en vida y no solo por pensar que, a lo peor, por mucha vida eterna en la que ellos crean, como es el caso, los demás nos aseguramos el festejarlo con ellos. Puro egoísmo, al fin y al cabo. También porque no se cumpla aquello tan castellano y cervantino de "a burro muerto la cebada al rabo"… Y mis dos amigos me perdonarán la comparación asnal.

Don Ángel Ballesteros tuvo el primer gran reconocimiento de la ciudad en el mandato de José Francisco Rivas, cuando a instancia desde el periódico ABC unos cuantos amigos lanzamos la iniciativa para ser nombrado hijo adoptivo de la ciudad. Afortunadamente, el Ayuntamiento de Rivas, a pesar de que la propuesta le venía un poco a contrapelo al equipo de Gobierno porque estaba ya en marcha el nombramiento de la actriz Gwyneth Paltrow, no dudó en el nombramiento del galveño Ángel Ballesteros como nuevo hijo de Talavera, algo que por otra parte pocos ponían en duda.

Como dije en su penúltima aparición pública, cuando promovido por el Ateneo de Talavera tuve el honor de presentarle en la conferencia que impartió hace unos meses en su querida Basílica del Prado, relatar el currículo de Ángel Ballesteros como historiador, poeta, especialista en cerámica y patrimonio o divulgador de cualquier aspecto que toca a Talavera sería ocupar unas cuantas páginas y aburrir al lector que bien conoce la labor que este talaverano de corazón nos ha dejado a todos.

Yo, en lo que me toca, le doy las gracias por la generosidad que siempre ha tenido conmigo al compartir sin ningún límite todos sus conocimientos de la misma manera que lo lleva haciendo con todo el que se acercó a él. Muchas gracias y... ¡Vivan Ballesteros y Manolo!

La única pega que le pongo a Ángel es que hace años dejó de fumar y, desgraciadamente, ya no fumo ni gozo sus puros.