Ha tardado en suceder pero, finalmente, la bronca también ha llegado a la Navidad, o mejor dicho, a la forma de felicitarla. E insisto en este matiz, porque, pese a todo, parece que nos sigue gustando celebrar y no veo a nadie renunciando a la Nochebuena por motivos políticos… al menos de momento.

Si le soy sincera, querido lector, en estos días en compras de última hora y de preparación de comidas varias, he estado poco atenta a lo que sucede en el mundo alternativo de Whatsapp. Es por eso por lo que aluciné el 24 por la tarde cuando, al coger el móvil, me encontré un buen puñado de mensajes felicitándome la Saturnalia, el solsticio de invierno y no sé qué diosa celta más.

Sin saber muy bien de dónde me venían los tiros, hice lo que haríamos la mayoría: me metí en Twitter, el mejor lugar para enterarse de la última polémica absurda. Y allí descubrí que, en la esfera virtual, la manera en la que se felicita la Navidad define tu ideología política, aunque no tú lo sepas, ni lo quieras.

A grandes rasgos, lo que saqué en claro de mi investigación twittera es que los recalcitrantes que votan a Vox y los peperos más 'fachas' se regodean en felicitar la Navidad, y la cargan de imágenes religiosas para dejarlo claro. Vamos, que no les cabe ni un niño Jesús más en sus mensajes. Los antiguos votantes de Ciudadanos, que vagan como alma en pena en el metaverso, los que todavía creen Feijóo y muchos de los votantes socialistas de Page y demás 'renegados' del Sanchismo, tienden a alternar la 'Feliz Navidad' con un 'Felices Fiestas' más políticamente correcto. Y es que es muy duro ser de centro en estos días inciertos.

Pero la fantasía llega cuando se entra en la esfera Sanchista, Podemista y demás 'istas', a la que se unen los despistados que todavía creen en los unicornios de colores y que Sumar es viable electoralmente hablando. Ellos son los que han visto naves arder más allá de Orión y, por eso, felicitan las saturnalias, el yule nórdico y esa diosa celta que no controlo mucho porque, hasta nuevas noticias, los castellanomanchegos de hoy fuimos carpetanos, no celtas.

Me tomo aquí la licencia de dar una pequeña aclaración histórica. Que sí, que es cierto, que el niño Jesús no nació el 25 de diciembre. Es más, no sabemos muy bien ni cuando nació. Según las fuentes, el personaje histórico de Jesús de Nazaret vino al mundo en algún momento entre el año 7 a. C. y el 3 d. C. Fue el papa Libero, en el 354, el que decidió hacer coincidir la celebración del nacimiento de Jesús con dos de las fiestas paganas más asentadas en Roma: las Saturnalias (del 17 al 23 de diciembre), en las que se celebraba el fin de las labores de siembra, y la fiesta del Sol Invicto (los días 24 y 25), con las que se conmemoraba el solsticio de invierno.

Está claro que la Iglesia de entonces, recién legalizada por Constantino y a punto de ser convertida en religión oficial por Teodosio, quería hacer converger las nuevas fiestas cristianas con las paganas. Puro, puro marketing: nada mejor para consolidar una marca que vincularla a algo que ya existe. Algo que, por otra parte, ya llevaban siglos haciendo los romanos en los territorios conquistados. ¿Les sueña eso de la romanización? Créanme cuando les digo que no hay nada más romano que la religión católica.

Pero si les soy realmente sincera, no me queda otra que confesar que todo esto de felicitar la Navidad sin felicitarla me da muchísima pereza. Es más, me parece hasta hortera. Por eso, y sin que nadie se ofenda, feliz Navidad, querido lector. Y de cara al año nuevo… se verá.