El apagón de García Molina y el mío
Confieso mi apagón. Me han abandonado las musas y Jose García Molina. El líder regional de Podemos ya se sabe que es uno de mis monstruos favoritos en la política castellano-manchega y si me falta él a pie de columna la alegría inspirativa no es la misma. Da mucho juego y algunas buenas ideas, y si no que se lo pregunten al presidente García-Page, principal víctima y a la vez beneficiario de las ocurrencias del que ahora es su vicepresidente segundo en el Gobierno regional por la fuerza del socorro mutuo y el cariño demostrado que se tienen. García Molina como político tiene una fuerza inspiradora que ha dejado de fluir con su natural generosidad desde que toca moqueta y gasta despacho oficial, dejando la noche desamparada y la azotea en blanco a gentes que, como yo, viven de vampirizar el mundo y necesitan esta clase de alimentos espirituales.
No se puede ser pluscuamperfecto y a García Molina el paso al otro lado de la frontera política, desde las barricadas a los salones del poder, que son siempre estelas de pasos perdidos, o sea esta cómoda y debilitante transición le ha vuelto más plano y más silente, como enterándose de que, en según qué circunstancias, es mejor estar callado y fuera de cámara no vaya a ser que la fiesta termine de manera inadecuada o explosiva. La última tanda de fuegos artificiales en el despacho de Oriol Junqueras, antes del 155 y la cárcel, ya fue motivo suficiente de algaradas y ahora toca retirada temporal, hasta que se estime conveniente. Pero a mí esta huida de García Molina me deja el folio en blanco y sin argumentos recurrentes de una semana para otra: me gusta cuando callas porque estás como ausente. Pero a mí todo lo contrario, la nerudiana me da un poco de frío.
O sea, que uno era más de aquel García Molina en sus mejores tardes de gloria que de este sosote vicepresidente, con perdón, enredado de aburrimiento y burocracias en el Palacio de Fuensalida. Creo que a David Llorente, el compi de Gilitos, le pasa algo parecido y no hace más que lanzarle tuits al viento a ver si Podemos rompe con Page antes de lo previsto y todos volvemos a la felicidad universal desde la calle melancolía, que ahora mismo parece un laberinto de tantas ausencias. Yo intuyo que García Molina, pasando unos meses, volverá por las bravas hasta que Page y él, y viceversa, monten la bronca y el divorcio, pero a día de hoy este noviembre de cielos tan azules se nos ha puesto de un secano y sol de membrillo que nos tiene sin quintacolumna que llevarnos a la pluma y tal. Y mire usted que lo siento: ya se sabe que el poder y el halago debilitan.