El discreto encanto del rector Collado
A Miguel Ángel Collado, rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, no se le maneja desde las bambalinas del poder político. No lo parece. Tampoco es un revolucionario promotor de la desobediencia ni un tipo displicente, más bien todo lo contrario. Es sencillamente un hombre de la Universidad con un mandato como guía y actúa en consecuencia: tiene claro cuál es su sitio y su deber y lo aplica sin sumisión ni complacencia. Collado, en todo caso, es un rebelde tranquilo, un inconformista tímido o un insumiso nada irreverente, y por eso ejerce de duro sin que lo parezca, ausente de toda estridencia y sin ninguna excentricidad. Los castellano-manchegos le debemos su independencia y su criterio y los beneficios que de ello obtenga la Universidad, ya los veremos.
El discreto encanto del rector Collado empieza en su mirada. Larga, pausada, inteligente. Sospechosamente silenciosa. Parece un astuto y experto ajedrecista, que se asoma por encima del futuro inminente y es capaz de situarse seis o siete movimientos más allá. Se lo atribuyen todo a su timidez, pero yo creo que eso es obra del talento. Es un tío que me cae bien y cuya apariencia calmosa y bonancible, que lo es, tiene dentro un corazón taimado de hábil regateador camuflado de distancia y pura discreción. Collado es mucho más que la prudencia que desborda, probablemente madurado a la sombra de bregar las batallas propias de la vida universitaria y sus jerarquías y endogamias, que enseñan mucho de los colores de la cotidianidad y la naturaleza humana.
Pudiera no parecerlo, pero el rector Collado es un hábil negociador que sabe ejercer la presión precisa en el momento justo, y lo hace con firmeza pero sin ataque, ni ruido, ni más alboroto del estrictamente necesario. Está del lado de la Universidad, aunque eso signifique estar enfrente de García-Page o de Cospedal o de quien sea. Con el consejero Felpeto ahora parece que se está entendiendo bien y esa es una buena noticia de la que habrá que sacar consecuencias en su momento. Creo honestamente que la Universidad de Castilla-La Mancha está en buenas manos y también creo que, pese a que han intentando mancharle el birrete y el prestigio, al rector Collado se le aprecian tan buenas maneras en su cargo que me alegra y me enorgullece verle mirar la vida con ese apego a pie de tierra y esa sensatez.