El PP entra en pánico
La contundente evidencia con la que el PP ha empezado a preocuparse de Albert Rivera es el síntoma más notable de que el virus naranja ha entrado a fondo en el cuerpo convaleciente del partido de Rajoy. Amenazada la paz mariana, los populares han entrado en pánico con Ciudadanos y ven tan cerca al enemigo que se les rompen las costuras y los nervios y ya no saben qué pensar ni hacia dónde ir. Han bastado una butifarra catalana y cuatro encuestas cocinadas a todo fuego para poner en solfa al partido del Gobierno en España y que Génova mande a todas sus terminales los argumentarios del terror que se ven hoy por todas partes. La historia a veces se tambalea por el vuelo de un mosquito en transición aparente de abejorro.
Tal vez sea verdad, como escenifica Rajoy, que Albert Rivera y su gente son un producto gaseoso de la ocasión y la oportunidad, hoy azúcar, mañana sal y pasado ya veremos, pero la efervescencia de la naranja mecánica ha sido tan explosiva que en dos meses ha colocado a los populares mirando solitos al abismo y buscando soluciones como si mañana mismo fuera a llegar el terremoto. Yo no creo que la realidad sea para tanto pero ha sido en apariencia tan desestabilizador el aleteo de la mariposa que lo llamativo y sorprendente no está en la causa sino en las consecuencias. El rumbo de España se decide en clave del minuto después y estas urgencias del siglo XXI no sólo gobiernan en las redes y corralas sino también en las cabezas que supuestamente están para pensar.
Este chico Rivera, un tío guapo y elegante que hace el relato de las cosas obvias cada día, ha metido a un gigante en la habitación del pánico y lo tiene ahí asustado y enredándose consigo mismo.