Talavera en estado de agitación y estallido
La tranquilidad sólo es aparente. Una calma tormentosa y calenturienta que corre soterrada por las calles inciertas y vacías. No se ve del todo, pero se siente. Es una exhalación que vive ahí, que circula ectoplásmica y está en el runrún de cada día, en los cafés apagados, en los comercios supervivientes, en las aceras de los barrios grises, en las asambleas agotadoras y entristecidas, en el hastío y la pereza de cuarenta años de endogamia dando vueltas eternamente al mismo discurso, la repetida reivindicación, la eterna pena. Pudiera parecer que el 11 de noviembre y sus algarabías han traído un punto de calma a las turbulencias talaveranas, como un analgésico que quita el dolor aunque no la causa, pero la última y mayor manifestación de la historia de Talavera no ha servido más que para poner en marcha el elixir de las adormideras: fuese y no hubo nada. Los políticos han visto, han oído, ha echado el lazo y tienen controlada a la presa pero tal vez ahora eso ya no sirve y hay mucho cabreo, mucha hartura, mucho indignación ofendida y a punto de ebullición, especialmente mirando a Castilla-La Mancha y el disimulado ninguneo regional de estos tres últimos meses. Mucho te quiero, perrito, pero pan poquito.
Me limito a contar. No comparto el discurso de la marginación de Talavera. Ni ahora, ni antes, ni nunca. Talavera ha sido, es y será lo que quiera y sepa ser, al margen de lo que tenga que venir de fuera y de lo que en justicia nos corresponda a los talaveranos: la responsabilidad primera y esencial es la propia y así debe seguir siendo. Pero la agitación talaverana de estos tiempos es más grande y real que nunca y también la sensación de choteo general después del 11 de noviembre, apenas sin consecuencias reales fuera de la ciudad y en medio de un lento pero profundo goteo de olvido en forma de anestesia institucional: reuniones, papeles, grupitos, despachos, compromisos... y más reuniones y más papeles y más grupitos que van diluyendo la causa en la maraña burocrática que lo engulle y se lo come todo. Si algo quieres que no funcione, crea una comisión y ahí todo el humo se va dispersando. La gente de la Mesa por Talavera, particularmente SOS TALAVERA, el grupo más intenso, trabajador y combativo, está viendo esta jugada de lejos y empieza ya a madurar un nuevo salto de movilizaciones: más denso, más fuerte, más importante. Más llamativo y contundente. Está en el ambiente, ya veremos donde se llega.
Talavera es una ciudad muy harta, tal vez también de sí misma, pero sobre todo de no existir y no tener su reflejo. Es una ciudad quemada, peculiar y luchadora, no siempre en la buena dirección, aunque a día de hoy es fundamentalmente una ciudad que no alcanza del todo a ver bien su futuro y se está revolviendo de rabia y supervivencia porque hay algo que tiene muy claro al ocupar su lugar en el mundo: vienen siglos por delante y hay que ir bien vestidos.