Periodismo, trincheras y tal: noticias, encuestas y otras mentiras de encargo
Está ocurriendo. La política controla los principales asuntos de la agenda de los medios. Los grandes y los chicos. Antes sólo era así a ratos y en provincias, ahora forma parte de la vida cotidiana. Es el universo paralelo del negocio de la verdad. Los periodistas vivimos a caballo entre la realidad y la fantasía y estamos empezando a no distinguir la una de la otra: la era de la posverdad ha llegado al fin y la actualidad la dirigen los demagogos y sus amiguitos, de manera que el poder conoce anticipadamente cómo abrirán al día siguiente los periódicos y los telediarios y se sabe al dedillo las noticias que convenientemente estallarán durante las próximas semanas. Ha desaparecido la emoción del titular y la marea de un trágico relativismo empieza a ocuparlo todo. La agitación y propaganda de toda la vida han sido santificadas y quedan institucionalizadas como nueva herramienta legítima del siglo XXI en el contubernio en el que nos estamos convirtiendo. Estamos descabezados y sin norte, manda la caverna de Platón.
La verdad está siendo desmantelada delante de nuestros ojos bajo el principio de contaminación general del periodismo que se aplica desde la política, los populismos y los estercoleros de las redes sociales, de manera que la ola de telerrealidad se lleva los hechos por delante y nos pone en primer plano espejismos e impresiones que van engordándose a sí mismos una vez han iniciado su carrera por el túnel de la actualidad. No hay quién pare la velocidad del éxito del "todo por mi máster" o las alegrías que proporciona el nuevo estilo de encuestas-ficción que se ha puesto de moda, y asombra ver cómo incluso los periódicos más grandes sucumben a estos y otros fuegos artificiales mientras llevan al rincón oscuro del silencio o la nadería asuntos de importancia real o susceptibles de provocar daños colaterales que puedan no interesarles. Esta batalla es de trascendencia y la está ganando el mundo imaginario: el periodismo lleva un tiempo siendo de trincheras y no de hechos, y a estas alturas todo el mundo sabe que la verdad es la primera víctima de cualquier guerra.
El mundo de hoy se nos escapa de las manos. En el periodismo de provincias siempre nos hemos calado con este agua bendita del control de mando que tanto ha inspirado titulares y portadas. Estamos acostumbrados y hasta disfrutamos de nuestros plumillas de cabecera que cada tres o cuatro semanas y pese a ser los más adictos al poder nos endosan una lección de periodismo y de ética que nos reconforta y nos reconcilia con nosotros mismos y con nuestro corazón de verdaderos periodistas (siempre hay alguien que miente y simula más y mejor), pero lo realmente asombroso es que el circo mande tanto ya en los grandes medios. Leer un periódico o ver un telediario se ha convertido en un ejercicio de fe y de compleja hermenéutica: la novela del día en pildoritas digeribles y políticamente correctas. El anestésico perfecto.