El Tajo y una imprescindible visión de Estado
Es urgente resolver el problema del Tajo, del trasvase al Segura y en general del agua en España. Muchos políticos de Castilla-La Mancha llevan cuarenta años manoseando demagógicamente este debate de una manera electoralista y terrateniente, es decir, territorialista e interesada, y sacando provecho propio de la situación, pero la realidad es que el Tajo a día de hoy sigue muriendo de sobreexplotación y ningún dirigente ha sido capaz de cerrar este grifo por mucho que un día tras otro, así pasen los años, llenen sus discursos y sus argumentarios con la defensa de un río al que en muchos casos no se ha hecho otra cosa que utilizarlo de la peor manera posible: como medio de confrontación política y territorial y como torpe bandera populista para obtener todos los réditos posibles. El problema del Tajo hay que resolverlo desde una visión de Estado: un problema de España para España, y no como un simple argumento para el medro político y personal de los más listos del terruño. De cada pequeño reino de taifas.
La historia nos demuestra, sin embargo, que la realidad política de las últimas cuatro décadas ha ido en otro sentido. La mirada nacional no existe. La ciencia y la tecnología tampoco. Por eso en este abril de 2018 el trasvase sigue funcionando a pleno rendimiento; por eso no están construidas las infraestructuras necesarias para haberlo evitado hace ya mucho tiempo, y por eso, en fin, los españoles vivimos metidos en una eterna guerra del agua en la que la España seca sigue llevando agua a la España seca y no existe una auténtica planificación nacional y de Estado que ponga sentido común, inteligencia y cordura a esta situación tan penosa y que tanto nos duele como ciudadanos y como demócratas. El trasvase Tajo-Segura fue una solución del siglo XX para problemas del siglo XX, pero la política lo ha seguido utilizando como un arma eficaz de sus batallitas también en el XXI, y de ese momento aún no hemos salido: parece de puro sentido común pensar en la tecnología, el ingenio humano y las infraestructuras como solución para resolver este disparate cuya vigencia en el tiempo sólo demuestra lo poco que nos queremos a nosotros mismos y el virus del nacionalismo-autonomismo que tenemos ya irremediablemente inoculado. Y haciendo daño.
Siento decirlo, pero es una significativa vergüenza nacional, sostenida tozudamente en el tiempo, que sea la España del Tajo la única que tenga que poner de su parte el principio de solidaridad al descubierto en el ruedo nacional, sin que nadie haya pensado de verdad, a lo grande y con sentido patriótico, en buscar soluciones globales de nuestro tiempo y ponerse a aplicarlas para llevar el punto final a un problema y un conflicto que tendría que haberse resuelto hace años. Si este futuro aún no ha llegado se debe fundamentalmente a razones de tontería general y sectarismo de corte autonomista-nacionalista, además de las carencias propias de la España que todo lo divide por diecisiete mientras el Tajo se muere cada día un poco más y no nos queda otro remedio en este lecho trágico de su agonía que aplaudir una y otra vez su generosidad hasta la extenuación y la lección de amor y patriotismo que tanto tiempo lleva dando este río a los españoles de todas partes.
Ahora toca ya iniciar una nueva era en España, dejar al Tajo tranquilo, pensar en su futuro y el de todos los ríos con una visión moderna y global y aprender de todas las enseñanzas que estos últimos cuarenta años nos han dejado.