El buen gusto político en Castilla-La Mancha
Al menos el bueno de José García Molina, último listo útil a mayor gloria del socialismo castellano-manchego, ha tenido la elegancia de desaparecer todo el verano y mostrarse a sí mismo y a sus Podemos como lo que realmente son en la vida pública de Castilla-La Mancha: la muletilla que toda la vida han usado los socialistas cuando lo han necesitado sin mayor sustancia, ni necesidad, ni significado que unos carguitos, unos despachos oficiales y algún gesto de cariño impostado en la cafetería de Gilitos. El buen gusto salta donde menos te lo esperas. Uno busca y rebusca más allá de la palabrería y no encuentra ningún aporte sustancial del pablismo a la política del Gobierno de Page en estos tres años y pico, y me consta que esto mismo les pasa a algunos consejeros, pero nos acercamos al final de la legislatura y hay que rendirse a la evidencia de que la estrategia del ausente en sí misma vale oro y es capaz de sostener sin más a todo un sistema de poder. El presidente Page ya se lo tiene suficientemente agradecido y quién sabe si cualquier día de estos rompe la baraja y García Molina deja de sentarse en el Consejo de Gobierno, aunque este detalle ya resulta insustancial y carece de toda importancia verdadera.
A estas alturas Page y García Molina han intercambiado ya todos sus cromos y el partido está terminado, con pocas sorpresas esperables en el tiempo de descuento y ninguna expectación sobre lo que de verdad pueda pasar de aquí a mayo de 2019, cuando las elecciones autonómicas y municipales cambien todo el panorama y volvamos a empezar. El PSOE se comió al leoncito y el público ya se están marchando del estadio. El lobo feroz de Podemos en Castilla-La Mancha y su revolución de instituto y moqueta han devenido en corderito sin más pegada que darles vitola y titulillo a García Molina y su entorno y sacarles mucho por la tele regional, que mola mazo. David Llorente, ya lo sé, se lamenta mucho por ello desde la otra esquina de Podemos: el toro ha resultado ser novillo y ahora no parece que pueda aspirar siquiera a los dos o tres últimos latigazos que algunos pronosticábamos en el final del encierro, con el susto ya domesticado en los toriles. Podemos Castilla-La Mancha era esto. García Molina era esto. Asaltar los cielos fue sólo un eslogan engullido sin penurias ni daños colaterales y la gente de Page dispone ya el último acto con la felicidad de haber salido indemnes y electoralmente pletóricos y preparados para las próximas batallas.
La legislatura ha salido baratita y golosona.