Tufillo a rancio en la política castellano-manchega
Dicho sea con perdón. No pierde el saborcillo de lo rancio y lo viejuno la practica política en Castilla-La Mancha. Pasan los siglos y todo sigue igual: la tradición mal entendida, el rifirrafe por sistema, los lugares comunes de siempre y la falta de imaginación. Se renuevan los protagonistas, nunca los modales. Demasiada banalidad. No nos quitamos de encima los viejos hábitos parlamentarios, las rutinarias y vacías ruedas de prensa, las comparecencias con su tufillo a déjà vu así pasen los años. Los eternos discursos políticos, el tono de superioridad y el ninguneo al contrario. El aire provinciano que inunda el sistema termina por no advertirse desde dentro, está como asumido en el ambiente, pero basta con retirarse un poco para sentir la asfixiante necesidad de romper los argumentarios y pedirle a todo el mundo, desde el cariño y la humildad, que nos miremos a la cara y nos queramos un poco más y nos entendamos. Probablemente basta con la intención de escuchar limpiamente al otro y entrar en el diálogo para dar el primer paso: salir de una vez del bucle y remontar esta planicie.
No es nada personal, pero toca salirse un poco de la zona de confort instalada en la política regional hace cuarenta años y encontrar algo nuevo que hacer y que decir con el fin de que avance lo que, desde este plano público, más nos importa: la sociedad castellano-manchega, la gente de la región, su vida y su mejor manera de estar en el mundo. Hay que esforzarse un poco más. No vale ya este cansino enredo cotidiano de parte y contraparte que tanto nos hastía de vacío y desconexión, cada ocasión pérdida es un paso atrás, cada palabra vana un día menos, cada menosprecio al otro sin razón ni escucha un absurdo que nos mete un poco más en el agujero negro y el camino sin horizonte. La política no existe para aburrir ni adormecer, todo lo contrario: está viva, es pasional y encendida y trata de las cosas verdaderamente importantes. La cosa pública nunca debe convertirse en una fría rutina funcionarial y sí en un foro vivo de ideas, planes y debates mucho más allá de la tonta costumbre del diálogo de sordos, replicarse sin escuchar y disponer todos los días de un minutito de triste gloria cotidiana con olorcillo a colorante y habitación cerrada desde hace un siglo.
Castilla-La Mancha es un territorio apasionante. Una tierra hermosa y a ratos alucinante. Magia cervantina. Lo sabemos porque lo vivimos y lo llevamos en el corazón. La política regional sólo tiene que mirarse en ese espejo, ponerle más cariño y verdad a todo lo que hace y pretender sólo llegar a esta meta genuina. Hay que dejar de mirarse el propio ombligo, tan endogámico y chiquitín, salir del laberinto y el tirachinas y dejar de considerar el ruedo público como un escenario de teatro e impostura para pisarlo como el auténtico lugar de la gente y de la vida. Lo esencial, lo común, la convivencia: el sitio donde nada es banal y todo es realmente importante. Vamos, hombre.