Tenemos Sánchez para rato
Dos fundamentales defectos tiene la derecha en España que no tiene la izquierda y que marcan la gran diferencia entre llegar al poder y mantenerlo y quedarse a dos velas así pasen los años. A saber: uno, no haber construido nunca un discurso alternativo ni tener ni idea de cómo hay que hacerlo, y no manejar las estrategias ni los medios para ello. Y dos, llevar toda la vida con un enorme complejo derechón a cuestas que no hace más que provocar rupturas y desunión y diluir en agua tibia, hasta puntos a veces irreconocibles, sus valores ideológicos, humanos y sociales. La derecha, en su debilidad, deja todo el espacio para una izquierda que tiene su relato bien armado y su paso firme y decidido, si hace falta desde la mentira, la propaganda y todas las contradicciones que sean necesarias entre el ser y el parecer. Por las bravas y sin complejos. Los escrúpulos, por el contrario, hacen que la derecha vaya perdiendo siempre la partida y sus intermitentes accesos al poder tengan que venir, no por la fuerza de su propia iniciativa, sino por agotamiento o desplome de la izquierda en su proyecto de gobierno y su modelo económico. Años después.
El relevo a favor de la derecha llegará, si es que llega, de madrugada y a trasmano, y tan sólo durará hasta el inicio de la próxima fiesta nacional, que dirigirá y capitalizará la izquierda, como siempre. A mayor gloria.
Es decir, cuando la izquierda ya no puede más por puro desistimiento llega la derecha al poder. Todo un éxito que es un gran logro fundamentalmente para el PSOE. Entre tanto, la situación se pone difícil y confusa y sólo un improbable rearme ideológico y moral de la derecha, es decir hacerse fuertes y desacomplejados, puede alterar este juego de las cosas en el que la desventaja evidente de un bando concede un amplio margen de ventaja para el otro, que sabe aprovecharlo de una forma extraordinariamente eficaz y poderosa. Algunas de las claves del éxito de Pedro Sánchez vienen impulsadas por este orden invariable de la política española que tan magníficamente saben aprovechar los socialistas, con esa lúcida inteligencia política, demoscópica y estratégica que en suerte les ha tocado. Probablemente Sánchez es a día de hoy el político más listo de España, el que mejor sabe explotar sus recursos y obtener de ellos el máximo rendimiento hasta exprimir la última gota, y ese gran talento del presidente del Gobierno le ha llevado donde está y, supongo, puede mantenerlo en esa nube un buen montón de años más.
Me puedo equivocar pero tengo que insistir en una idea: tenemos Pedro Sánchez para rato en la Moncloa. Sólo un súbito e inesperado despertar de la derecha, que dormita plácidamente entre sus complejitos y su confrontación interna, puede alterar esta férrea situación. Raro e improbable. La izquierda coaligada tiene el poder en España y no piensa soltarlo. Todo el espacio es suyo: juega en su campo y con sus reglas, lanzado al ataque pero sin descuidarse de la defensa y con un portero imbatible que se ocupa de tenerlo todo controlado, ya sean los resortes del poder, el control de las instituciones y los medios, y una soberbia y poderosa maquinaria, totalmente desinhibida, para convertir su victoria y sostenimiento en el primer objetivo absolutamente irrenunciable, y al precio que sea necesario. Sánchez y cierra España.