La lección nunca aprendida del PP y la derecha
La batalla de las elecciones se libra en el campo de la opinión pública. Convencer para vencer: el poder se la juega en las palabras. España es un país sentimental y de emociones, encendido y pasional, y eso le hace especialmente sensible a la fascinación de las melodías. Somos un país vulnerable y desprotegido ante las embestidas de la propaganda y la demagogia, y ya se sabe que la primera obligación de todo político con aspiraciones es saber armar un buen discurso para ganarse los corazones de la gente, y que el voto vaya cayendo de su lado. La verdad, la honradez y el sentido común van por otro lado: se puede ser un honesto charlatán o no, es decir, que una circunstancia no invalida necesariamente a la otra, y viceversa. Lo importante es la grandeza de los liderazgos y que todo esté al servicio de la gente, y no de las escaladas particulares de los políticos: la palabrería vana resulta insoportable.
No sé en otras partes del mundo, pero en España esta batalla del relato la tiene eternamente perdida la derecha política. Es así, aunque no sabría decir por qué. Es la gran lección nunca aprendida del PP y los otros partidos de este ámbito ideológico. De nuevo lo estamos viendo en mitad de esta trágica pandemia. No manejan la comunicación, desconocen los mecanismos emocionales y discursivos de la propaganda y cuándo frecuentemente utilizan la demagogia lo hacen mal y sin eficacia, sin la firme resolución y la estocada eficiente de la izquierda. El discurso de la corrección política lo hace la derecha de manera torpe y sin credibilidad, como si un complejo ancestral o genético les impidiera entrar en el mismo terreno de juego que la izquierda y combatir de tú a tú. Y pierden siempre, claro. No hace muchos años parecía que la izquierda hubiera perdido todas sus banderas tradicionales en Europa y que el centro-derecha se las había quitado con un discurso social y moderno que le estaba dando muchos éxitos electorales en todo el continente, pero esa sensación no llegó a España de un modo tan claro porque, por razones que ignoro, el PP nunca supo articular un edificio comunicativo de penetración social y de grandeza: pueden tener los pilares, pero les falta el diseño, la presentación. Cuando la derecha llega al gobierno lo hace por incompetencia de la izquierda, por abandono de su espacio, y no porque realmente tenga construida una alternativa sólidamente social y política en España con capacidad de llegar con naturalidad a los corazones de la gente. Llegar, esa es la clave. La izquierda alcanza sola y sin esfuerzo, por simpatía o condescencia natural, allí donde la derecha tiene enfrente un ocho mil. Necesita un plus: serlo y parecerlo.
El momento actual de España, tan doloroso, vuelve a ponernos de manifiesto este peligro. Frente a un gobierno de la izquierda abiertamente incompetente e improvisador, carente del liderazgo que España necesita, lo que llamaríamos un gobierno de vuelo gallináceo, la derecha, ahora además tremendamente dividida, corre el riesgo de perder de nuevo la batalla del relato y no saber poner en pie un proyecto político alternativo que saque a España del agujero negro en el que se está metiendo. Si el actual presidente, improbable ojalá, fuera capaz de acertar con las soluciones y llevar a la sociedad española por el camino de la eficacia y el sentido común en este trágico momento, la derrota del PP y la derecha podría llegar a ser demoledora, pero tal vez ni siquiera vaya a ser necesario llegar a esa posibilidad: el ejecutivo de la izquierda y la extrema izquierda sólo tiene que esperar al naufragio en solitario de la derecha y que, en connivencia consigo misma, vuelva a no acertar en la presentación de su modelo alternativo y decaiga ella solita. Puede ocurrir, una vez más.
No creo en absoluto que la izquierda en España, y la extrema izquierda mucho menos, tenga fuerza ética para dar ninguna lección a la derecha, ni enseñarle a gobernar, ni a ser honestos o desplegar buenos valores. La superioridad moral de la izquierda es una patraña, pero eso ¿a quién le importa? La derecha no tiene discurso en la diana y esa gigantesca carencia es fundamental. Puede parecer una banalidad, pero es absolutamente esencial, más aún en una sociedad como la actual tan acomodada y vulnerable a la magia, la pirotecnia y los cantos de sirena. Nos lanzan botes de humo y entramos en la confusión. El momento es decisivo y España se la juega. La derecha también.