La poesía clara de Antonio del Camino
Cualquiera que siga este cuaderno personal de lecturas se dará cuenta que son muy pocos los libros de poesía que aparecen. En realidad no son tan pocos los que intento leer. Sólo aparecen aquí los que me gustan, y acabo leyendo del principio al final. No me gusta hablar de libros de los que no tengo nada que decir.
En poesía, como en los otros géneros, huyo de los libros pretenciosos que parecen descubrir un mundo que lleva muchos siglos descubierto. Me siento bien con libros de poetas que aspiran simplemente a decir las cosas de una manera clara y por eso al abrir el último libro de poemas de Antonio del Camino (Talavera de la Reina, 1955) Paso a paso, la vida, no tuve otra que leerlo de principio a fin, porque cada página y cada poema confirmaban lo que prometía en su primer poema: A modo de poética./ Escribir con la sobria belleza del olivo,/con esa claridad que nos regala/el sol cuando amanece,/con la granada fuerza de la espiga,/lejos de pirotecnias y artificios./Escribir -como el pan ser alimento/que sacie nuestras hambres/de conocer- con esa/transparencia del arroyo que salta/bajando la montaña, con la luz de la nieve:/inmaculada, blanca seductora./Y aspirar al silencio./
Luego lo que hay dentro es tan simple y tan profundo como las cosas simples de la vida. Esos sucesos consuetudinarios que acontecen en la rúa reducidos a lenguaje poético según don Juan de Mairena a “lo que sucede en la calle”. Porque Antonio es un poeta de aliento machadiano y la vida aparece en sus poesías como el discurrir de un paseo o una mirada a lo más cotidiano de su pasar reducido siempre a la más pura y machadiana expresión poética que es la claridad. Lo que nos cuenta Antonio son las cosas simples, elementales de la vida pero tan profundas como la clara verdad que sólo esas cosas simples y elementales tienen. Nada extraordinario. No hay grandes sucesos ni revelaciones transcendentales. Hay vida y una manera de contar su paso que responde a la sencillez, a la claridad y a la humanidad del escritor que la cuenta. Nada extraordinario, ya digo, pero tan milagroso como la simple vida mirada con ojos de poeta. Leo a Antonio del Camino de principio a fin y estoy muy contento de contarlo.