Macron y el mestizaje
El presidente de Francia Emmanuel Macron no ha hecho exactamente un gobierno de coalición pero se le parece. Ha conseguido un equilibrio , casi imposible, dentro de un amplio arco parlamentario integrando desde conservadores a moderados pasando por socialistas, liberales o ecologistas. Ha apostado por hacer casi un gobierno paritario no sólo entre hombres y mujeres sino entre políticos de carrera y profesionales sin experiencia política, lo cual es meritorio.
Se ha dicho y es verdad que este tipo de operación no forma parte de la cultura política francesa, que se parece mucho más al estilo de las grandes coaliciones de gobierno alemanas y eso no deja de ser un handicap.
Pero ahí está el nuevo gobierno y cuando ha estado a punto de hacerse con el poder alguien con un perfil de extrema derecha como Le Pen, está perfectamente permitido que alguien rompa las reglas de juego si de lo que se trata es de inaugurar una nueva etapa política y económica que rescate a Francia y también a Europa de su abatimiento y su agujero negro.
"Su iniciativa de nombrar un Gobierno en el que están representados políticos socialistas, centristas y conservadores —además de profesionales ajenos a la política— es arriesgada, pero seguramente necesaria", editorializaba El País poniendo en valor que, aunque Macron no dispone de un partido con veteranía suficiente como para asegurarse una mayoría parlamentaria que respalde sus políticas, la configuración de su gabinete puede garantizarle la estabilidad que necesita para su acción de gobierno, "presidido, por cierto, por un conservador moderado alineado con Alain Juppé, el hombre al que las primarias de los Republicanos arrebataron su augurada victoria para ocupar el Elíseo", insistía.
Hay que recordar que el nuevo presidente durante su campaña se mostró partidario de romper la tradicional frontera entre izquierda y derecha y ahora quiere poner en práctica lo prometido. ¿Cuál será el resultado del invento? Pues aún es pronto para saber qué ocurrirá, pero desde luego lo que está claro es que las viejas fórmulas ideológicas están fracasando y hay que buscar nuevos caminos.
La aparición de populismos de izquierda o de derecha en Europa y en el mundo con unos mensajes facilones, pero de gran impacto mediático y de efectos rápidos, debe hacer replantearse los partidos tradicionales su forma de estar y de ser en política. Yo no creo que estemos asistiendo, como dicen algunos , al fin de las ideologías, pero si al modo en que éstas se presentan a los electores y sobre todo estamos, y eso es más grave, ante la falta de soluciones a los enormes problemas de los ciudadanos.
Siempre se ha dicho que se debería tener cuidado con los inventos con gaseosa, pero tal como está el patio hay que tener mucho más cuidado con el inmovilismo, sobre todo mientras los extremistas no paran de moverse e inventar.
Si la extrema derecha y la extrema izquierda pueden polarizar su voto, y ofrecer fórmulas que en algunos aspectos se aproximan ¿por qué no pueden los partidos tradicionales mezclar sus mensajes y aunar fuerzas si fue si es necesario?
No sé si la fórmula del presidente francés será exportable o no a otros países y sinceramente tal como están las cosas en España -tan envenenadas por repugnante y apestosa mancha de la corrupción- no creo que hubiera alguien ni a corto ni a medio plazo en nuestro país con la audacia y la valentía suficiente para incluir en su gobierno una mezcla de personas de primer nivel aunque ideológicamente no tuvieran la misma posición.
Macron no ha pactado con los grandes partidos, pero ha fichado a los políticos del ala más moderada de uno y otro lado ensanchando enormemente su centro político. Así consigue no sólo erosionar a los grandes partidos, sino marginar a los extremos de la izquierda alternativa de Jean-Luc Mélenchon y la ultraderecha de Marine Le Pen y poner en valor la capacidad y el mérito. Claro que el gobierno es provisional, que su futuro depende de que las legislativas de junio den la mayoría suficiente a Macron y sus aliados pero él tiene cinco años por delante para demostar si haber hecho de la necesidad virtud tiene premio. Si es así tal vez otros aprendan que el mestizaje ideológico en ocasiones es la única salida.