Blog de Lecturas

Puro Pla. Hacerse todas las ilusiones posibles

2 diciembre, 2017 00:00

Ante un nuevo inédito de Josep Pla uno se pone en guardia. En primer lugar, porque, aunque es innegable que en los papeles de un hombre que se pasó la vida escribiendo siempre habrá algo que no se llegó a publicar, también es verdad que ese mismo grafómano reescribió, reutilizó, recicló y se copió a sí mismo cada vez -y fueron tres a lo largo de su  vida- que se  puso a la labor de editar su Obra Completa. Y sin embargo, el Pla que Francesc Montero nos presenta en estas notas dispersas, la mayoría de ellas destinadas a un segundo volumen que completaría el duodécimo o el decimosegundo (no el doceavo como se empeña en repetir la traductora), es un Pla muy lejos de los refritos cocinados con los artículos semanales de Destino de algunos de los tomos de la O.C. y de los tópicos que él mismo se encargaba de repetir en sus  conversaciones. Es el Pla admirador de los moralistas franceses que se rebusca en su interior con el escepticismo y la ironía marca de la casa o el que nos deja testimonios impagables sobre algunos de sus contemporáneos que le visitan en el mas Pla de Llofriu.

Buena parte de estas nuevas “notes disperses” proceden de dos manuscritos preparados para esa publicación en dos tomos; otros son descartes del propio autor, del editor o de la propia censura que sobrevolaba continuamente sobre la labor de ambos. En todos los casos el lector de Pla no quedará defraudado.

Tres notas  desde lo hondo para comenzar:

“Nada me hace ilusión. Cuando me hablan de la felicidad, la cursilería de la palabra hace que me parta en dos de la risa. Lo ideal es hacerse todas las ilusiones posibles y no creer en ninguna. Decepcionante, deprimente, qué se le va a hacer” (Página 105).

“Las relaciones entre los sexos pueden crear una pasión sólo excepcionalmente. Las relaciones entre los sexos son, generalmente, decepcionantes, y por esta razón todas las pasiones –o casi todas- acaban siendo decepciones terribles. Ahora bien: del mismo modo que las pasiones no llegan a ninguna parte, las decepciones pueden analizarse –pueden convertirse en decepciones razonables, matrimonios de conveniencia, etc.- Lo que se denomina felicidad no es más que una decepción razonable, razonada. Más allá de eso, sólo hay dolor y miseria” (Página 166-167).

“Mucha gente me considera un cínico crudo, puro y total. Todas las personas que me conocen y me han tratado un mínimo (muy  pocas) saben que soy un ingenuo empedernido. Por otra parte en este país, con una pluma en la mano, es muy difícil llegar a ser un cínico suavizado –puede que imposible-. Me han tachado de cínico, sobre todo durante estos años de latrocinio nacional y delirante. Oficial, bendecido, y, si no aceptado, consentido por la clase moral por definición (año 1947)” (Página 176-177).

El escritor, el periodista y la vida como fuente literaria:

“¿La memoria? La memoria es la cosa más importante y positiva de la vida. La memoria, con el paso del tiempo, si se llega a cierta edad, es la cosa más agradable de la vida. Es la felicidad pura y simple. En el curso de la vida, todo se vuelve nebuloso y, a medida que los años van pasando, todo se hace oscuro e impenetrable” (Página 135-136).

“Los escritores -y periodistas- que reciben más cartas son los que indignan a sus lectores. Este es un principio básico del periodismo en los países donde este oficio se ejerce realmente. En nuestro país, la pobreza de espíritu es la causa de que este principio todavía no se haya comprendido”(Página 154).

Ni cínico ni héroe:

“He escrito en los periódicos, he hablado en la radio, he publicado libros, he obtenido un premio. Todo lo he hecho para ganarme la vida. Nunca he hablado de política. Es decir: he hecho  constantemente oposición no hablando de política".

“En los tiempos que me ha  tocado vivir, no podía hacer nada más. Nunca he sido un héroe –que quede bien claro-. Pero ¡qué pena!” (Página 165).

Pero también hay algunas de estas notas que son verdaderos testimonios sobre lo que ocurría en España en aquellos años. Es el caso del equipo económico que en el año 1959 puso las bases del actual desarrollo español con el Plan de Estabilización y que pasaban, como tantos personajes por el Mas Pla de Llofriu:

M. Teresa Ortínez y Manolo vienen a cenar a casa (julio de 1959). Nos ponemos a hablar de gente de su quinta y salen a relucir dos coetáneos de él, los dos economistas: Sardà, del Banco de España, y Estapé, catedrático de Zaragoza, que empiezan a ser muy conocidos en el país: Me cuenta que han sido consejeros de Navarro Rubio en la reforma tributaria, y, siempre de él y del ministro de Comercio (Ullastres) en la elaboración del plan de estabilización que se ha lanzado este mes. También me cuenta que lo que caracteriza a estos señores es la contradicción permanente. Los dos son socialistoides, por no decir comunistoides, y ostentan un perfecto desprecio por la burguesía, a pesar de colaborar y ser los agentes más activos en la salvación de este abyecto régimen de Franco. Como buenos economistas, no tienen un  duro –porque a veces (la excepción de Keynes confirma la regla) cuanto más se sabe de economía, menos dinero se gana-. Puede que ahí resida el origen de su contradicción: son antifranquistas, pero han de colaborar con el régimen para ganarse la vida. Ortínez me cuenta que en el régimen de Franco hay un considerable número de antifranquistas –incluso en puestos clave-. Ortínez ha colaborado personalmente, y lo que más siente es no haber podido colaborar con adhesión total porque la estupidez del régimen se lo ha impedido. Tengo la impresión de que, en mis tiempos, estas cosas no pasaban. La gente abandonaba lo que no le gustaba. Pero claro, puede que en aquella época la vida fuera más fácil. Por otra parte las dictaduras lo corrompen todo porque, como solo pueden combatirse desde dentro, crean apariencias de duplicidad escandalosas. Pero esta duplicidad nunca ha sido tan fuerte como lo es ahora” (Páginas 65-66).

Dos notas del Pla cotidiano. Piernas de señoritas y ropa de segunda mano:

“Últimas horas pasadas vagando por el país (llenísimo de turismo). Así me han hecho salir de la soledad habitual en que transcurre mi vida y he visto gran cantidad de muslos y piernas (y brazos) de señoritas que me han parecido dignas de admiración. No hay muchas que resistan el paso de las personas que las poseen; pero, cuando sale un buena y larga, el efecto es radiante. Sentadas en las terrazas de los cafés, hay muy pocas que no se puedan aprovechar. Sensación de estar rodeado de puras maravillas –casi todas extranjeras, ¡hélas! Impresión de que hay muchas más extranjeras que locales (julio 1962)”.

“Hoy (para ir a Barcelona) me he puesto el traje que mi hermano me trajo de Lisboa. Es un traje oscuro, prácticamente nuevo, magnífico –que le agradezco mucho, naturalmente-. Hace muchos años que me visto con ropa de los demás, y no creo que mi literatura se haya resentido. Hay dos cosas que no tienen nada que ver con la literatura: lo que la gente denomina la moral y la frecuentación de las sastrerías. Los zapatos, algo holgados, también me han venido de maravilla. Los zapatos grandes se pueden reducir, los estrechos, inmodificables, son malignos (1962)" (Página 156).

Correspondencia erótica con A. (Aurora Perea Mené):

"La correspondencia (pornográfica) con A. me parece llena de encanto y divertidísima. Es la única forma de correspondencia que concibo con una señora casada. Una correspondencia sensata, moral, remilgada, severa, con esta clase de señoras es literalmente ridícula, un disparate como una casa. Me hace explotar de risa –por un instante” (Página 157).

Josep Pla. Hacerse todas las ilusiones posibles y otras notas dispersas. Edición de Francesc Montero. Traducción de Ana Ciurans. Editorial Destino, 2017. 224 páginas. 20€.