Leer a Julio Camba
Decía Julio Camba que él no leía ni los periódicos por miedo a caer en el plagio y a que se le pegara el estilo. Uno cree que es una de esas “boutades” que tanto le gustaban utilizar para asombrar a su auditorio porque es imposible escribir de tantas cosas y tan bien como lo hacía el solitario del Palace. A lo mejor cuando lo decía era verdad que ya no leía, pero es indudable que debió leer mucho a lo largo de su vida por las lecturas que a su pesar siempre están presentes en sus artículos. Eso sí, fue capaz de escribir siempre desde una perspectiva original y con un estilo inconfundible e intransferible.
Ante un artículo de Julio Camba uno sabe al menos que nunca se encontrará con un solo lugar común porque ese afán de originalidad y de no parecerse a nadie en su manera de mirar la realidad es marca de la casa. Pero yo creo que leía, aunque solo fuera para no parecerse a nadie ni seguir los caminos pisados y sobados por sus contemporáneos. Camba siempre es una buena medicina para ver la vida de otra manera.
Ahora, durante unas semanas, he recuperado algunos de esos libros suyos de la vieja colección Austral y me he administrado su medicina depurativa en vena. Unos libros que se pueden hallar en las librerías de viejo de internet por unos pocos euros y que le revitalizan a uno como esos remedios tradicionales que nunca fallan. Detrás de cualquier artículo, sobre lo más insospechado siempre hay un hilo de ingenio, de originalidad, de vocación y estilo que te llevan hasta el final y a pedir más.
Entre manos he tenido Alemania, impresiones de un español, un libro escrito antes de la I Guerra Mundial, en el que hace un repaso a la Alemania y a los alemanes de la época y en el que el viajero despliega toda su ironía y su finura de análisis como el gran psicólogo y sociólogo de andar por casa que siempre fue: “De las berlinesas no quiero decirles a ustedes nada por el momento, ni siquiera desde el punto de vista arquitectónico. Aspiro a documentarme bien.” Nos dice para rematar su primera aproximación a la capital alemana.
En Playas, ciudades y montañas, Camba viaja por su Galicia natal y nos habla de los curas de aldea de las rías, de las fragas, de las carreteras virgilianas y de ese idioma gallego que según su buen parecer solo sirve, “para hacer versos, comprar pescado y hablarles a las gallinas, a los pájaros y a los aldeanos”, pero también del Paris de los años veinte y su bohemia y de una Suiza en la que comienza afirmando que no hay suizos.
Y para acabar, Sobre casi todo, un libro de artículos que comienza con una pieza dedicada a la antropofagia, como luego haría en su célebre libro de cocina, viandas y comeres que es La casa de Lúculo, para seguir por los bares, las firmas colectivas, los peinados, los duros falsos, la Biblia, el Polo Norte o el loro y el gramófono. O sea, sobre casi todo o Sobre casi nada como rematará su continuación en otro volumen.
En fin, uno no se cansa de echar mano de sus remedios y no se cansa de sorprenderse con el gran Julio Camba. ¿Está en marcha una edición de su obra completa?
Julio Camba. Alemania. Impresiones de un español. Sobre casi todo. Playas, ciudades y montañas. La casa de Lúculo. Colección Austral. Ediciones de los años cuarenta del siglo pasado.