Los dos frentes de Page. Estamos tristes
Desde el uno de octubre del año pasado Emiliano García-Page tiene dos enemigos íntimos con los que mantiene una relación muy particular. Pedro Sánchez y José García Molina (por subdelegación divina) condicionan desde entonces su presente y su futuro político. Y cuando se habla de política con Emiliano por medio se entiende lo que ha sido su vida desde que tiene uso de razón ciudadano que dirían en la Atenas de Solón. No ha hecho otra cosa en su vida y por eso a uno se le hace muy cuesta arriba pensar en el actual presidente de Castilla-La Mancha, en otra actividad ajena a ella.
Es verdad que en estos momentos está en una encrucijada y eso canta. Cantó en su discurso presidencial en Cuenca el día de la región, en el que por primera vez en un acto de este tipo no hizo ningún anuncio estrella sacado de la manga, y canta en su silencio atronador ante la resurrección de Sánchez como secretario general. Hasta Bono, aunque uno sospecha que sea un arranque irónico de su vena jesuítica, confiesa humildemente que se encuentra en proceso de mutación. Emiliano, ni “mu”, cuando tanto le gusta matizar, puntualizar y dar la vuelta al argumento en estos casos, no ha sido capaz de reaccionar, al menos de puertas para afuera, al inesperado pedrisco.
Y eso que desde Ferraz y desde los sectores pedristas regionales, aparentemente no se lo están poniendo difícil. Todo son buenas intenciones y mensajes conciliadores: “El partido respetará los territorios”, “los presidentes autonómicos tendrán la relación que quieran tener y serán lo que quieran ser”, “nadie está interesado en desestabilizar territorios controlados por el PSOE”… Eso sí, se advierte también que “no se harán componendas territoriales ni personales en la elaboración de la dirección en el Congreso Federal”, “las direcciones territoriales no serán independientes del partido” y “las relaciones entre territorios y dirección nacional debe estar basada en la confianza, la lealtad y la estrategia común”. Algo tan lógico y que distingue a una banda de un verdadero partido político, por mucho que luego se largue sobre democracia deliberativa y todo el poder para los soviets, digo, los militantes.
El veintiuno de mayo, que parecía decisivo para el futuro de Page y del PSOE no ha despejado ninguno de los interrogantes en relación con el uno y el otro. El del partido, por mucho que ahora internamente se escenifique una cohesión imprescindible para su subsistencia, sólo se empezará a despejar cuando los votos de todos los españoles refrenden o rechacen a Sánchez; y el futuro de Emiliano, me temo, aparte de su propia voluntad “de ser lo que él quiera”, tampoco tendrá solución definitiva mientras “sus presupuestos” dependan de cómo le vaya a Pablo Manuel Iglesias Turrión en la nueva temporada de “Juego de Tronos” que inaugura este mes de junio con una supuesta moción de censura contra Mariano Rajoy. José García Molina, su subdelegado territorial, como en los dos envites anteriores de Pablenín, sólo será la voz de su amo. Y ese amo, como el destino es impredecible.
Mientras tanto, Page, como el mustio y amostazado Cristiano Ronaldo, que ahora nadie recuerda, con Mourinho: ¡Como estamos tristes…!