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El bloqueo a Page. Con Podemos ni de cañas

9 junio, 2017 00:00

El año 2016 se recordará en la historia de la democracia española como el año del bloqueo. Una experiencia que debería haber sido suficiente para que los partidos que creen en la democracia, tal y como creyeron los constituyentes del setenta y ocho, hubieran tomado como objetivo prioritario mejorarla y blindarla contra sus enemigos. Hablar de enemigos de la democracia cuarenta años después tiene su aquel y puede sonar a coña en la Europa del siglo XXI;  pero haberlos “hailos”, y con unos cuantos millones de votos como paradójico sostén a su discurso antisistema. Pero la gravedad del ataque directo, en primer lugar al propio sistema, y luego a la izquierda que había sido su sostén fundamental, parece haber empujado a olvidar algunas cuestiones fundamentales que no hacen otra cosa que favorecer a los que pretenden liquidar a ambos.

Si cree en la democracia representativa, la izquierda democrática y reformista que hasta 2004 estaba representada por el PSOE, debe dejar claro ante la sociedad española que cree en el sistema de mayorías, minorías y turno pacífico que ha sido la base de la convivencia desde el setenta y siete para acá. Y una de las formas de demostrarlo, sería conseguir un alto grado de consenso para blindar al sistema contra las situaciones en las que una minoría escuálida, pero decisiva, como es el caso de los dos diputados de Podemos en las Cortes de Castilla-La Mancha, consiguen imponer su programa muy por encima de su verdadera representatividad ciudadana.

Lo que se vivió durante todo el año 2016 a nivel nacional, o se vive cotidianamente en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas en los que no hay una mayoría suficiente de alguna de las fuerzas políticas, es algo que, al contrario de lo que predican los que apelan a los efectos positivos de la situación, no hace sino erosionar el sistema y favorecer el discurso de aquellos cuyo gran objetivo es liquidarlo mediante las fórmulas populistas de regímenes como el venezolano de Chávez y Maduro.

La segunda vuelta, como sistema corrector del abuso de las minorías sobre las mayorías habría hecho imposible el bochorno que España vivió el año pasado y haría imposible el chantaje al que desde el pasado septiembre, Pablo Manuel Iglesias somete al Gobierno que preside Emiliano García-Page, a través de su subdelegado territorial, José García Molina.

Pero para ello es fundamental que el PSOE se aclare primero sobre qué clase de democracia quiere para España y luego se ponga de acuerdo, como en el setenta y ocho, con los que desde el 11-M del 2004 han sido considerados enemigos, que no adversarios necesarios en el sostenimiento y la credibilidad del sistema. García-Page ha tenido el ejemplo de septiembre acá, de las pocas “cañas” que un demócrata de verdad se puede tomar con esta gente.