Se va el mejor amigo de Page
A cualquier político con ambición le gustaría tener al lado un hombre como Gregorio Jesús Fernández Vaquero, que es como las biografías oficiales llaman a Vaquero, el secretario de Organización del PSOE de Castilla-La Mancha, segundo de Page desde siempre, y desde los dos años y pico de esta legislatura, presidente de las Cortes Regionales.
Desde que sus vidas políticas se cruzaron, Jesús ha sido ese perro fiel que los aristócratas castellanos ponían tumbados a sus pies en mármol, cuando a su muerte, querían reconocer en alguien la fidelidad, esa virtud que en política era tan rara ayer como hoy. En cada tumba con representación yacente del señor, de las que adornan las capillas de los amos de horca y cuchillo que pagaron nuestras grandes catedrales, hay un Fernández Vaquero al que pisan los señores en vez de una almohada, en su tránsito al otro mundo. El perro de Page ha sido un dóberman con ojeras, y ninguna cripta funeraria acogerá esa escultura durmiente porque el uno y el otro se confiesan laicos y de la PSOE de toda la vida.
Pero en realidad, Vaquero, como buen hijo de la Villa de don Fadrique, primero ejerció de comunista del PCE, como casi todos sus paisanos antifranquistas de los años setenta del Paleto abajo, cuando era un joven maestro que pretendía redimir La Mancha de “su atraso ancestral”, para luego, al compás del pragmatismo del camarada Isidoro, reconvertido en Felipe González, ser el director provincial de Educación de su provincia que es Toledo. Mijail Koltsov, cuando la guerra, pasó por La Villa y por el Toboso y dejó escrito en su Diario de la guerra española unas cuantas páginas en las que los de don Fadrique aparecían como los siervos redimidos por la revolución socialista que nunca quisieron los de El Toboso. Y en esto, Jesús Fernández, en el camino que Don Quijote y Koltsov recorrieron entre los dos lugares, se quedo entre medias.
Al joven García-Page, descubierto por Pepe Bono para la causa, se le encontró el compañero Fernández como a veces se encuentran en la vida un novillero que promete y un torero que ha pasado por las peores plazas y ya sabe que no será capaz de hacer la faena imposible que todos sueñan. De buenos mozos de estoques y de apoderados con mando está la historia del toreo llena. Es más difícil que eso se dé en la política y más difícil todavía que alguien reconozca en el joven que va hacia arriba el político que uno nunca será. Vaquero a secas, sin el Gregorio ni el Fernández, lo ha sabido hacer.
El último servicio al joven en el que siempre creyó fue torear con el reglamento en la mano a la cúpula de Sánchez en Ferraz cuando, ante el pacto de Page con Podemos, Sánchez pretendió que Page sometiera su decisión soberana agrupación por agrupación. Ahí Fernández demostró por qué Emiliano le ha mantenido desde el principio en primera línea. Acostado a sus pies no parece el dóberman que siempre mordió por su amo. Y mucho menos con dos lagrimones en los ojos.