Podemos más IU, o cuando la suma es una resta
El coordinador regional de Izquierda Unida en Castilla-La Mancha, Juan Ramón Crespo, anda empeñado en lograr esa revolución perdida de la izquierda que es la unidad de las autodenominadas fuerzas de progreso. La cosa viene de lejos, ni más ni menos que desde los años treinta del siglo pasado, cuando desde Moscú la Comintern lanzó la consigna de frentes populares. De entonces acá todo ha sido vender la misma moto averiada desde los mismos tenderetes. Izquierda Unida sería la penúltima de las intentonas ante el fracaso de ventas de la marca de la hoz y el martillo. La última, Podemos, Ganemos… y todas sus “confluencias”, una fórmula, la de las confluencias, que lleva en sí misma el huevo de su fracaso y de su propia contradicción al aceptar la autonomía de movimientos de por sí, ya no nacionalistas sino independentistas en su seno y que siempre acaban imponiendo su raíz excluyente sobre aquellos principios de internacionalismo y solidaridad pretendidamente exclusivos de la izquierda.
En su afán de aprovechar cualquier resquicio para acabar con el único sistema que ha garantizado históricamente los mayores grados de bienestar y reparto de la riqueza jamás alcanzados por la humanidad, la izquierda heredera del comunismo de Lenin, Stalin, Mao y cía, es capaz de buscar aliados en el propio infierno. Al fin y al cabo se trata de asaltar los cielos y en esa tarea todo está maquiavélicamente justificado. En la transición española, desde la izquierda se consideró que los nacionalistas eran un aliado natural para alcanzar el paraíso socialista y no hubo ningún empacho, primero en justificar a ETA y su lucha armada, para luego, ante el rechazo de la gran mayoría social que acabó haciendo la Transición, cambiar el punto de su alianza para alentar a unos nacionalistas que en el juego de las mayorías se convertirían en los mejores compañeros de viaje. Es verdad que en ese juego y mientras mantuvieron la piel de cordero ni siquiera la socialdemocracia de derechas fue capaz de decir rotundamente no. El gran fracaso del neocomunismo ha sido no ser capaces de seducir a los socialistas de toda la vida, aunque coyunturalmente y siempre que se da la ocasión como en Castilla-La Mancha no duden donde debe estar su voto.
Y en ese intento de lograr la unidad de la izquierda Juan Ramón Crespo plantea la necesidad de que su propio partido “confluya” con Equo, Partido Castellano y Podemos a los próximos comicios municipales y autonómicos; un intento que a uno le parece más una forma de hacerse valer, ante la cartera, no robada sino entregada por propia voluntad que el coordinador general de IU a nivel estatal, Alberto Garzón, hizo de su propio patrimonio político.
Me temo, como se ha visto en Madrid y en otros lugares, que don Pablo Iglesias tiene muy claro que su marca es la que vende mejor la moto y poco tiene que negociar con quien simplemente se rindió a sus pies. En Podemos están convencidos de que hay siglas y “cenizos” que cuando pretenden sumar restan. En esas está Juan Ramón.